marzo 30, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte IV)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

Hacia el apogeo
En el otoño de 1909, Einstein toma posesión de su cargo de extraordinario en Zurich, donde se instala con su familia, con gran satisfacción por parte de Mileva a quien la ciudad le gusta mucho. Su reputación internacional ha sido plenamente confirmada a lo largo del verano. En Julio recibió en Ginebra la distinción de doctor honoris causa en compañía de varias personalidades científicas de renombre (entre ellas Marie Curie y Ostwald), con ocasión del trescientos cincuenta aniversario de la fundación de la universidad por Calvino. Mucho tiempo después relataría con humor la circunstancia de esta invitación: la había tirado a la papelera sin leerla; informado de palabra por Lucien Chavan que, como ginebrino, estaba al corriente del acto, acudió precipitadamente teniendo que formar parte del solemne cortejo con un sombrero de paja. En la cena, sorprendido por la abundancia de platos, le pregunto a su vecino, un ginebrino, que hubiera pensado Calvino de ellos; como su vecino no supo que responderle, Einstein sugirió que Calvino les hubiera quemado a todos en la hoguera por pecado de gula, su sugerencia no obtuvo respuesta.

Honrado en Ginebra en Julio de 1909, en Setiembre, en Salzburgo, un importante auditorio escuchaba a Einstein: los miembros de la asociación de naturalistas y médicos alemanes, que celebran allí su congreso anual; el presento el resultado de sus investigaciones sobre la teoría de los cuantos, en esta ocasión se encontró por primera vez con Planck.

Su instalación en Zurich marca un importante cambio en la vida social de Einstein; desde ese momento es reconocido por una sociedad de la que depende, pero de la cual, desde ese mismo momento, aunque ahora con una nueva tranquilidad, puede seguir sintiéndose un poco ajeno. Abraham Pais describe con una palabra inglesa, apartness, este rasgo dominante del carácter de Einstein, esa aptitud y esa voluntad para mantenerse siempre apartado- de las instituciones, de las ideas recibidas, de las modas… de los demás. El haber conseguido de forma brillante los favores del público físico y haber entrado en la carrera universitaria no fueron para el circunstancias que le hicieran renunciar a sus apartness, sino que le sirvieron para vivirla sin inquietudes. Según le miremos desde uno u otro lado, le veremos, como Frank, rebelde y desconcertante para con sus colegas o, como Tanner-uno de sus alumnos de 1909 a 1911, antes de ser profesor en el Technikum de Winterthur-, amigable y cálido.

La situación material de su hogar no es mucho mejor en Zúrich que en Berna; el sueldo es el mismo y las cargas más pesadas, tanto que Mileva tiene que aceptar huéspedes. En 1910, la universidad de Zúrich, que teme verle partir, concede 1000 francos más a Einstein.

Asume con buen humo una carga docente bastante pesada, con siete horas de clase que abarcan dominios muy extensos de la física teórica: mecánica, termodinámica, electricidad y magnetismo, mas los trabajos prácticos; sus relaciones con Kleiner, director de la sección, son excelentes.

Según Tanner, su descuido en el  vestir al principio desconcertaba a sus oyentes, pero estos apreciaban enseguida su estilo pedagógico, pues al hablar daba la impresión de descubrir lo que iba exponiendo, asociándoles a su descubrimiento (sus notas cabían en un trozo de papel del tamaño de una tarjeta de visita). Las clases se prolongaban a veces con discusiones en el café de al lado. Comentando así un trabajo de Planck a sus alumnos, cierto día les llevo a descubrir en el un error y la causa de este error. La contrapartida de este tratamiento directo, inventiva, del tema sin duda cálido para los alumnos, era lo  que, para Frank, marcaba los límites del profesor Einstein, no podía mantener por largo tiempo el nivel de un curso prolongado sobre el mismo tema, mientras que sus conferencias en los congresos o seminarios deslumbraban al auditorio.

Perseguía con resolución sus investigaciones en las dos direcciones iniciadas (cuantos y relatividad), lo que en modo alguno le aislaba de los medios intelectuales de Zúrich, en los que hizo numerosos amigos, como el doctor Zangger, profesor de medicina legal, con quien treinta años más tarde seguía carteándose, el historiador Alfred Stern, el matemático Adolfo Hurwitz que fuera profesor suyo en la ETH, a cuya casa acudía acompañado de su familia para participar en sesiones de música de cámara. Por mediación de su ayudante, Ludwing Hopf, Einstein fue invitado en repetidas ocasiones por Carl Gustav Jung, en cuya casa conoció a otros psicoanalistas, entre ellos Bleuler.

Su mejor amigo era entonces el fiel Marcel Grosmann, profesor de geometría en la universidad de ETH desde 1907, con quien trabajaba en la generalización de la teoría de la relatividad, pues Grossmann le había convencido de que la formulación matemática apropiada para las ideas que intentaba expresar y poner en practica para dicha generalización debían buscarla en la geometría riemanniana.

Su reputación internacional no dejaba de aumentar. Un físico de categoría. Walther Nernst, que trabajaba en Berlín sobre fenómenos a bajas temperaturas y que estaba interesado por su trabajo en 1906 sobre los calores específicos, vino a verle a Zúrich, y esta visita aumento todavía más su prestigio.

La presencia de Einstein en la universidad de Zurich duro poco; a finales de 1910 quedo vacante la cátedra de física-teórica de la universidad alemana de Praga. El nombramiento de su titular dependía en gran medida de la elección del físico Anton Lampa, de tendencias modernistas y gran admirador de mach, que había sido su maestro, veía a Einstein en un  autentico representante de esta filosofía. Pero tenia, sin embargo, otro candidato, Jaumann, tambien machiano, cuya reputación científica era menor, la instancia competente propuso al ministro de educación de los dos nombres con Jaumann en segundo lugar y,  curiosamente, el nombramiento de Einstein en Praga repitió, con una variante, las circunstancias de su nombramiento en Zúrich: el ministro prefirió Jaumann a Einstein, que era extranjero, pero Jaumann, ofendido por no haber quedado clasificado más que de segundo, renuncio sin tener, no obstante, la elegancia de Adler en Zurich para reconocer la superioridad científica de su rival y acusando, por el contrario, a la universidad de “correr en pos de la modernidad”.

Einstein se instalo en Praga, Mileva invita, en la primavera de 1911; allí la atmósfera era muy distinta a la de Zúrich debido principalmente a las tensiones entre checos y alemanes; Einstein era muy sensible a esta cuestión, porque, en realidad, no se sentía alemán mas que por su lengua materna, y no veía razón alguna para las reticencias de los checos hacia él.

Philipp Frank, que sucedió a Einstein en Praga, dibuja un cuadro muy interesante no solo de la vida de su predecesor durante este periodo (con la inevitables anécdotas sobre su frescura, sus olvidos y su negligencia en la vestimenta), sino también sobre el ambiente intelectual de la ciudad en la época.

En particular, cuenta que los judíos formaban un grupo aparte que entablaba complejas relaciones por un lado con los alemanes y por otro con los checos: cercanos a los primeros por la lengua y cultura, pero reticentes al creciente nacionalismo germánico, se sentían también seducidos por sionismo. Einstein se introdujo en este ambiente gracias a su violín, que le abrió las puertas de las sesiones de música de cámara en casa de la Sra. Berta Fanta, donde conoció a Franz Kafka, Max Brod y al propio Frank. Max Brod escribía una novela sobre la revolución copernicana, La redención de Tycho Brahé, y tomo a Einstein como modelo de Kepler, un modelo que los lectores de la novela, particular Nernst, reconocieron perfectamente. Einstein también entablo amistad con el matemático Georg Pick, violinista como el, y con Hugo Bergmann, bibliotecario de la universidad y sionista convencido, los contactos de Einstein con este ambiente pragues no consiguieron ganarle para esta causa, pero es probable que contribuyera n a hacerle tomar conciencia de la importancia circunstancial, aunque a veces sospechara que el origen de las reticencias ante el de ciertas universidades Suizas era un cierto antisemitismo.

Por otra parte, nada mas llegar a Praga, un incidente administrativo le había hecho pensaren ello: en el documento oficial a rellenar para su nombramiento se solicitaba la confesión religiosa; él había respondido “sin pertenecer a ninguna confesión” el funcionario competente le devolvió el documento por ser inaceptable, y a su pesar Einstein tuvo que admitir la rectificación, que indicaba: “religión mosaica”, según la expresión al uso en el imperio.

En Praga, Einstein recibió la visita de Paul Ehrenfest, a quien conocía de Berna con desde entonces entablo unas estrechas relaciones profesionales, de amistad y musicales. Casado con una rusa, Ehrenfest volvía a San Petersburgo, donde no había podido conseguir un puesto de profesor por ser judío, ensenaba entonces en la ciudad natal, Viena, en la cátedra de Boltzmann; Lorentz le llamo a Leyden, donde Einstein le fue a ver con frecuencia, y donde permaneció hasta su suicidio en 1933.

Fue durante el breve periodo que paso enseñando en la universidad de Praga cuando Einstein consiguió la consagración definitiva de su reputación  científica internacional, tras su intervención sobre la hipótesis de los cuantos en el congreso Solvay de 1911. Ernest Solvay, un ingeniero belga que había creado una próspera empresa aplicando un nuevo procedimiento de fabricación de sosa, puso su fortuna al servicio de la física, cuyos progresos le apasionaban; a sus expensas; hizo venir a Bruselas en 1911 a los físicos mas notorios del mundo entero para discutir los problemas de investigación del momento. Para Einstein, encargado de una  ponencia sobre la teoría de los cuantos, fue la oportunidad para hacerse conocer y estimar mas allá del circulo de sabios de lengua alemana, entre quienes su celebridad ya era grande, como prueba la evolución que tuvo su carrera desde 1909. Se hizo oír no solamente por Planck y Lorentz, que ya le conocían bien (Lorentz le había invitado incluso a su casa en Leyden, con su mujer, en Enero de 1911), sino también por Poincaré, Marie Curie, Rutherford. Jean Perrin y Langevin, que como ya dijimos, era un adepto de la teoría de la relatividad desde su creación y que contribuía a su difusión no solo a través de sus lecciones de física, sino también entre los filósofos.

Por otro lado, las investigaciones emprendidas por Einstein sobre el número de Avogadro le habían puesto en contacto con Jean Perrin: así pues, desde entonces su notoriedad estaba bien asentada en Francia.

Mientras tanto, los amigos de Einstein en Zúrich no se resignaban a su ausencia; desde el otoño de 1911, Grossmann intentaba, de acuerdo con el interesado y con ayuda del influyente doctor Zangger, hacerle volver a la ETH, donde la partida de Minkowsky había creado una seria deficiencia en la sección destinada a la formación de los enseñantes. Para apoyar la candidatura ante las autoridades federales, Pierre Weiss, un profesor de origen alsaciano que había sucedido a Weber, pidió a Marie Curie y a Poincaré, que acababan de reunirse con Einstein en Bruselas, que expresaran su opinión: los dos informes son muy elogiosos, el de Poincaré es particularmente interesante, pues insiste en la originalidad del pensador sin pronunciarse sobre el alcance de sus investigaciones. (El propio Einstein ya había advertido, por su parte, las reticencias de Poincaré hacia la teoría de la relatividad). Por el contrario, en el informe enviado por Planck, a quien también le había sido solicitado, lo que queda patente mas el valor excepcional de la teoría de la relatividad que el de su inventor.

Así pues, el nombramiento de Einstein como profesor en la ETH, se produce sin dificultad alguna y esta vez sin oponente.

Vuelve a instalarse en Zurich en el mes de Agosto en 1912, y en otoño vuelve a encontrase, esta vez como colegas, con dos de sus antiguos condiscípulos, Marcel Grossmann y Louis Kollros; ahora se halla inmerso en la empresa mas grandiosa de toda su carrera como investigador: la elaboración de una nueva teoría de la gravitación acorde con el principio de relatividad.

Son las primicias de esta obra en gestación lo que expone en Viena, en Noviembre de 1911, en el congreso anual de naturalistas y médicos alemanes; este viaje le permite encontrar a Ernest Mach, a quien profesa una gran admiración ya quien a encontrado algunas de las ideas que inspiran su nueva teoría, pero el recibimiento que le hace no exactamente como esperaba.

El viaje a Viena ha sido precedido de unas vacaciones en Engadino con su hijo mayor, Mme. Curie y sus dos hijas, al final de las cuales pasaron por Schiers, donde ahora ensena el “académico” Conrad Habicht.

Con motivo de la invitación de Marie Curie, quien le recibe junto a Mileva en su casa de Paris, al final de Marzo de 1913, emprende su primer viaje a Francia; da una conferencia en la sociedad francesa de física sobre el efecto fotoeléctrico y visita a Perrin en su laboratorio de la Sorbona; pero aparentemente no hace ninguna comunicación publica sobre la relatividad, que es y seguirá siendo todavía por largo tiempo en Francia, un dominio reservado para Langevin y su entorno.

 Su estancia en Zúrich toca entonces a su fin; en efecto, Einstein tiene amigos en Berlín, menos íntimos pero mas poderosos que los zuriqueses, en especial Planck y Nernst, que encuentran una oportunidad excelente para llamar a la capital dl nuevo imperio al pequeño tránsfuga suabo: Guillermo II había suscitado la creación por parte de algunos  grandes empresarios del comercio y de la industria, de la Kaiser Wilhelm Gesellschaft destinada a financiar la investigación científica y técnica. Dentro del plan se contemplaba ;la creación de un instituto de física; su dirección podía serle confiada a Einstein, pero eso todavía no era mas que un proyecto, que no seria llevado a cabo hasta 1917, y solo representaba una parte de las propuestas de los berlineses.

En efecto, lo que Planck y Nernst vinieron personalmente a ofrecer a Einstein en Zúrich era mucho más: a parte de la dirección del futuro instituto, un escaño en la Academis de Ciencias de Prusia y un puesto de profesor en la universidad de Berlín, sin ninguna obligación docente, todo ello en condiciones financieras muy ventajosas. Era algo irresistible; Einstein acepto y fue elegido por la Academia en Julio de 1913, con veintiún votos contra uno. Al terminar la cena de despedida de ETH, Einstein le dijo a Kollros algo muy típico: “los alemanes cuentan conmigo como una gallina premiada, pero ni siquiera yo mismo se si todavía soy capaz de poner huevos”.

A finales de Marzo de 1914, Einstein se instala en Berlín; se abre entonces el periodo más dramático de su vida, que durara veinte años.

Las Mentes de la Mente Humana

Este pequeño documento, elaborado a partir de un artículo referido a como actúa la mente humana, presenta un enfoque muy diferente y en mi opinión un gran avance en la comprensión de cómo funciona la mente humana y dependerá de ustedes estimados lectores como empleen o interpreten esta información para mejorar sus relaciones con los demás seres humanos con los que interactuamos diariamente a nivel de empresa, negocios, social, académico, en la vida familiar y sobre todo su vida personal; pero, buscando siempre el equilibrio.

La Mente Reactiva, de acuerdo con el prof. Jorge Olguín[1], la mente humana tiene dos partes fundamentales, la mente reactiva y la mente analítica. La mente reactiva no actúa racionalmente, pues se basa en impulsos instintivos. Todo el mundo posee mente reactiva. Ningún ser humano se encuentra libre de ella o del contenido aberrativo de su banco de engramas[2]. Este es el depósito o archivo de donde se nutre la mente reactiva. ¿Qué es lo que hace esta mente? Bloquea el recuerdo auditivo, provoca compulsiones, psicosis, neurosis, represiones y evita que el sujeto pueda razonar libremente, bloqueando los mecanismos de análisis.

El ser humano en su proceso de evolución tiene millones de años desde sus comienzos como homínido y la mente reactiva era necesaria para sobrevivir pues, al basarse en impulsos, permitía a ese hombre primitivo huir en lo inmediato, ante los peligros (un tigre dientes de sable, un megaterio, un terremoto, etc) o atrapar a la presa al instante de verla. Como su mente poseía un cerebro aún pequeño (de unos 500 cm. cúbicos), no estaba capacitado para razonar en el sentido abstracto, por eso primaba lo impulsivo sobre lo meditado. No había que decidir, había que obrar y la mente reactiva obraba, sin pensar. Con el tiempo, ese ser fue desarrollando su capacidad craneana, hasta llegar al hombre actual, el homo sapiens sapiens. Y entonces, surge la mente analítica, llamada también mente consciente, creando así un conflicto de poderes, con la mente reactiva.

La Mente Analítica, es la mente que razona y evalúa las posibilidades antes de tomar una decisión. El ser humano ya no se maneja con instinto ni actúa con impulsos. Eso transforma en fútil a la mente reactiva, pues el raciocinio reemplazó al instinto, Pero... ¿es tan así?. Si repasamos, vemos que la mente analítica es la que se expresa luego de analizar y la mente reactiva es la que reacciona automáticamente, sin analizar. Por lo tanto, con el advenimiento de la civilización, esa primera mente ya no tendría razón de ser...pero sigue manejando los hilos en la conducta del ser humano.

¿A qué se debe eso? A que la primer mente está "grabada" en el código genético desde hace millones de años y la segunda, la analítica, apenas está con la humanidad desde hace diez mil años y al no ser impulsiva, reacciona más tarde.

Una anécdota señalada por el prof. Olguín: estaba en una parada a la espera de un transporte público y al lado se encontraban un señor con un chico de cuatro años. El pequeño no se quedaba quieto en ningún instante, a pesar de las advertencias del padre. En un momento determinado, el padre reaccionó y, levantando al hijo del brazo, lo pateó descontroladamente en las piernas y lo dejó caer como un saco. A los cinco segundos reparó en lo que había hecho y alzó al niño, que lloraba desaforadamente, cubriéndolo de besos. ¿Qué había sucedido? El hombre había sido presa de su mente reactiva, actuando impulsivamente. Luego apareció su mente analítica, la que razona antes de actuar. Pero, al ser más lenta, no pudo evitar el hecho.

Otro de los frutos de la mente reactiva es el ego[3], el obstáculo más grande para el desarrollo humano. El ego hace que el sujeto protagonice a través de diversos yoes. Estos "actores" hacen el rol de víctima, de ofensor, de juez, de inquisidor y pasan de un estado soberbia a un drama de falta de autoestima en instantes.

El ego es la raíz de los engramas y está enterrado en la mente reactiva. Si no hubiera ego, no existiría la posibilidad de generar engramas. Los distintos traumas no tendrían cabida, pues el inconsciente no anhelaría deseos ocultos y el yo consciente estaría en armonía. Obviamente, el recién nacido no posee mente analítica, pues es puro instinto, necesario para su supervivencia. De todas maneras, a medida que pasan los meses, se va germinando en el bebé "esa mente que razona". Una prueba de ello es cuando llevan a algunas criaturas al médico y comienza a llorar, aún antes de que el profesional la revise. ¿Qué mecanismo hace que el bebé llore? ¿El consciente o el inconsciente? Ambos: Si consideramos como inconsciente a la mente reactiva, esta intenta defenderse de la supuesta agresión y el bebé reacciona en forma de llanto. Pero esa agresión fue previamente detectada por la mente analítica de la criatura que, a su manera y ofuscada por la mente reactiva, mal interpretó la revisión médica.

A partir de los dos años de vida aproximadamente, la mente analítica entra a formar parte del mundo de sensaciones del ser humano en forma definitiva, pero la mente reactiva, que hasta ese momento era absolutamente necesaria para diagramar una conducta que llame la atención, empieza a absorber en forma paulatina el conocimiento de la segunda.

Así aprende a "pensar", pero razona impulsivamente. Ahí nacen las equivocaciones, porque la mente reactiva que hasta ese momento era útil para la supervivencia, hace crecer el rol del ego consiguiendo que el pequeño ser humano empiece a necesitar más de la cuenta, creando roles de control. Entonces se genera un cuadro nuevo: la mente reactiva sigue expectante del entorno, pero ahora calcula primero con qué drama de control puede sacar más beneficio de los demás. Por eso surgen distintas facetas del comportamiento y la persona puede cambiar de humor de un instante a otro. Esa transformación la provocó la aparición de la mente analítica que, más adelante, se tendrá que ocupar de integrar los diversos "yoes" creados por el ego.

Es paradójico, la mente analítica le dio a la mente reactiva las herramientas para que ésta comience a manejar sus impulsos y transforme sus necesidades primarias en un inagotable apetito de control. A partir de ahí, la mente analítica será la encargada de encausar el empuje egoísta de la primera.

[1] Prof. Jorge Olguín, Psicólogo Cognoscitivo argentino
[2] Los engramas son como órdenes hipnóticas de alto poder, que inhiben el razonamiento de la persona, haciendo que la misma se maneje por impulsos. Los mismos son fruto de la mente reactiva.
[3] El ego, puede ser desde un estado de vanidad absoluta (se ignora a los demás), o puede ser un estado de depresión completa, donde resalta el rol de víctima.

marzo 27, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte III)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

Presentamos la tercera entrega del recuento de los hechos en la vida del gran Einstein. Su vida en Berna - Suiza.

Berna
Así pues, en Junio de 1902 la cuestión del empleo estaba arreglada, y desde Enero de 1903 Albert y Mileva podían vivir juntos abiertamente. La importancia de esta transformación no es puramente social. Gracias a ella, Einstein gozaba de unas condiciones aceptables para dedicarse a  realizar un gran proyecto científico, lo que efectivamente hizo: dos años después, los observadores más perspicaces pudieron apreciar que la gran obra ya estaba más que esbozada.

Albert Einstein a los 25 años
Albert Einstein tiene en estos momentos veinticuatro años; uno de sus alumnos de clases particulares, Lucien Chavan, de Nyon, ingeniero de las PIT, le describía así su altura es de 1,76m; es ancho de hombros; ligeramente inclinado hacia adelante; su cabeza es grande; su tez morena; es clara y mate; un delgado bigote negro adorna su boca sensual; su nariz es ligeramente aquilina; su mirada es profunda y tierna; su voz es cautivadora; habla correctamente francés con un ligero acento.

Einstein no ha escogido el oficio al que se dedica, pero se adapta a él bastante bien. No es una tarea fácil, requiere mucha dedicación y a veces en el examen de los proyectos a patentar exige serios esfuerzos; pero todos ven que aprende de prisa y lo que le podría disgustar es tal vez la monotonía del trabajo, ya que las relaciones profesionales no plantean dificultad alguna; Einstein habla sobre todo con un acento de sincera simpatía del director Haller, que tuvo la inteligencia de colocarlo, por recomendación del padre de Marcel Grossmann, pese a su limitada preparación en materia técnica; no se manifiesta ninguna tensión entre Einstein y sus colegas de la Oficina, donde unos años más tarde entrara a trabajar su amigo Besso.

Las fuentes de que disponemos no son muy ricas en información sobre la vida familiar de Einstein. En una carta escrita a Besso poco después de casarse, se declara muy satisfecho por la cocina de Mileva; tal vez ella no posea todas las cualidades exigidas a una buena ama de casa suizo – alemana, pero recibe de buen grado a los amigos de su marido y tiene los conocimientos necesarios para participar de las discusiones y tomar en algunas investigaciones.

De este primer matrimonio de Einstein nacerán dos hijos: Hans Albert, el 14 de mayo de 1904, que permanece con su madre en Zúrich cuando su padre se va a Berlín, será como el alumno de ETH, y se casara en Zúrich antes de emigrar en 1938 a California, donde terminara su carrera como profesor de ingeniería en la universidad de Berkeley.

Edoaurd, nacido el 28 de Julio de 1910, tendría un triste destino; aquejado de demencia precoz, permaneció también con su madre en Zúrich, donde murió a los cincuenta y cinco años en un hospital psiquiátrico.

Cualquiera que sea el interés con que se dedica a su trabajo y la ayuda que procura a Mileva para cuidar a sus hijos (quienes le visitan le describen meciendo a uno de ellos mientras discuten con el), en adelante la principal preocupación de Einstein será trabajar en la comprensión del mundo natural; ello le lleva no solo a precisar y profundizar las investigaciones sobre diversos problemas de la física que ha abordado, con cierto desorden, en los años anteriores, sino también que es necesario también informarse infatigablemente sobre los grandes problemas de la ciencia de la naturaleza que agitan a los pensadores del momento; su celo es tal que arrastra a varios amigos en un amplio programa de información y reflexión.

Ya hemos mencionado su encuentro con Maurice Solovine en 1902, quien de ser su alumno ha pasado a ser su amigo, testigo de su boda, y compañero de  ruta del nuevo sabio, así como Corad Habicht, un compañero de estudios de Schaffhausen; los tres juntos fundan la “academia  Olimpia”.

A Einstein, siempre dispuesto a usar el humor contra las tentaciones del orgullo (quizá la forma mas insidiosa de lo “solamente personal”), le gusta hablar de esta academis con acento de estudiante lemosin (en una carta a Habcht, firma: “Presidente de la academia, A. caballero del cooxis”); pero la academis es un verdadero grupo de trabajo que se reune con regularidad por la noche en casa de uno u otro. Einstein siempre esta dispuesto a avivar el ardor de los “académicos “para leer y discutir en común las grandes obras clásicas o contemporáneas. Mucho mas tarde todavía, recordaban haber estudiado, entre otras, las obras de mach, el sistema lógico de Stuart Mill, el tratado de la naturaleza humana de Hume, los diálogos de Platón, la ciencia y la hipótesis de Poincaré, la memoria de Dedekind sobre los números, la ética de Spinoza y obras de Ampere, Perason, Riemann…

Pero la academia no se preocupaba tan solo de filosofía de la naturaleza o del conocimiento. Paul Habicht, hermano de Conrad, que les preparaba el café a los académicos, consiguió interesarles en problemas técnicos, de forma que los dos Einstein, Albert y Mileva, inventaron, junto con los dos Habicht, un aparato a medir tensiones eléctricas muy pequeñas, el “multiplicador Einstein – Habicht”, que fue objeto de dos publicaciones en la Physikalische Zeitschrift. Cuarenta y cinco años más tarde, Solvine y Habicht enviaron desde París, donde se habían reunido, una carta escrita con el estilo “académico” tradicional dirigida al “incomparable presidente”, quien respondió en el mismo tono.

En cualquier caso, lo que la historia debe recordar del episodio anterior es que, en el mismo momento en que estaba inmerso en las investigaciones físico – matemáticas mas precisas y originales, Einstein también se preocupaba por recurrir a las grandes obras filosóficas para profundizar y enriquecer su concepción del mundo y del conocimiento que por si sola, pensaba en el, podría dar su verdadero sentido a estas investigaciones. Por otra parte, Mileva y los “académicos” no eran los únicos interlocutores a quienes Einstein podía poner al corriente de sus reflexiones, ni los únicos capaces de seguirle; Michele Besso, llamado a la Oficina de patentes de Berna en 1904 al irse Conrad Habicht, fue para el un oyente precioso: En toda Europa no hubiera podido encontrar una mejor armonía”, dijo en cierta ocasión de él.

Al mismo tiempo que se va estabilizando su situación profesional y familiar-lo que sin duda no es casualidad- el curso heurística y creador de Einstein va perdiendo el paso turbulento que parecía llevar hasta entonces. Ahora, un proyecto se diseña, y ejecuta metódica y públicamente; otro se elabora en forma más secreta, siguiendo vías difíciles de seguir con exactitud; uno y otro acabaran en 1905 con la exhibición de unas obras maestras de las que, en opinión unánime de los expertos, la historia de las ciencias ofrece pocos ejemplos.

La primera vía es la de la termodinámica estadística, en aquella época la mas moderna de las teorías físicas; partiendo de cero, Einstein comienza a definir sus bases conceptuales y a construir su armazón matemático; es objeto de varios trabajos publicados en 1903 y 1904 (escritos, aparentemente, entre jornadas de trabajo en la Oficina de patentes, sesiones de música de cámara, reuniones nocturnas de la academis Olimpia y excursiones familiares a las montanas  Suizas.

Esta vía, llevara a la publicación, en 1905, de tres trabajos, dos de los cuales merecían la fama que el futuro les reservaba, en especial aquel donde, al interpretar las propiedades del “cuerpo negro” según su concepción de termodinámica estadística, Einstein proponía la hipótesis de los “cuantos de luz”.

Pero fue al final de la otra vía donde, de pronto, broto la maravilla, sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, donde se definen los fundamentos de una nueva teoría de apariencia totalmente desconcertante, ya que, sin proponerse el autor otro objetivo distinto de la ordenación lógica de la física recibida, implicaba una profunda transformación de los conceptos de  espacio y tiempo, sobre los que reposaba esta física, en detrimento de algunas aparentes evidencias dictadas por la “sensatez”. Era la llamada “teoría de la relatividad”, a lo que hay que añadir el adjetivo “restringida” (spezielle en alemán) habida cuenta de la extensión que Einstein le daría en los años siguientes.

Una obra literaria o artística que luego será proclamada genial por los siglos, lo mismo puede pasar desapercibida que suscitar, cuando aparece, si es muy original, reacciones capaces de hacerla celebre enseguida. Por razones evidentes, este no suele ser el caso de las obras científicas; para ellas la originalidad puede tener un efecto retardante (en la medida en la que la ciencia afectada este dominada en esa época por lo que Kuhn llama un “paradigma”).

Por tanto, no debe sorprendernos que, en los años que sucedieron a este annus mirabilis de 1905, la carrera de Einstein siguiera un curso lento y modesto que parece opuesto a la estatua que atribuimos al pensador. Su promoción, el 1 de Abril de 1906, el grado de experto de segunda clase en la Oficina de patentes, con sueldo de 4500 F, no debe nada a la teoría de la relatividad; es simplemente el resultado de la estima del director Haller, quien juzga que la experiencia adquirida por el interesado en materia técnica ha hecho de el uno de los mejores expertos de la casa.

Einstein no ha renunciado a la vía universitaria; ha defendido su tesis (es uno de los trabajos publicados en 1905, en la línea de la termodinámica estadística, sobre las dimensiones  moleculares) con Alfred Kleiner, en la universidad de Zúrich, y desea, siguiendo el curso normal en los países de lengua alemana, llegar a ser Privatdozent en una universidad. A pesar de que esta situación no hubiera tenido nada de particularmente brillante, ya que no hubiera comportado ninguna remuneración oficial, iba a encontrar muchas dificultades hasta conseguirlo.

Se le presento una ocasión cuando un profesor de física teórica recién nombrado en la universidad de Berna propuso crear una plaza para Einstein, quien para obtenerla debía presentar una “disertación de habilitación”: escogió nada menos que su memoria sobre la teoría de la relatividad, pero el reglamento exigía un manuscrito original y, por otra parte, el profesor de física experimental, al constatar que la física teórica atraía a pocos estudiantes, planteo ciertas dudas sobre la utilidad que tendría una enseñanza nueva en esta materia. En cuanto a la memoria, confesó no entenderla y la solicitud fue rechazada; decepcionado, Einstein le pregunto al fiel Grossmann si sabía de algún puesto para el en la enseñanza secundaria. Pese a todo, volvió a intentarlo en la universidad de Berna, presentando una nueva disertación de habilitación sobre la radiación del cuerpo negro cuyo texto no ha sido encontrado; por fin obtuvo la venia docena el 28 de Febrero de 1908, y entro sin ruido en la carrera académica.

Durante dos semestres (verano de 1908 e invierno de 1909) enseño en la universidad de Berna al mismo tiempo que continuaba con su trabajo en la Oficina de patentes, lo que le obligo atener unos horarios bastante particulares (de seis a siete o de siete a ocho de la mañana); el primer curso trato sobre el tema, clásico, de la teoría cinética del calor, el segundo sobre teoría de la radiación, un tema directamente ligado a su investigación. 

Los comentarios del profesor de física experimental no carecían de fundamento: el primer curso fue seguido por tres oyentes, entre ellos su amigo Besso y el antiguo alumno Lucien Chavan; el semestre siguiente, el número de oyentes se elevo hasta cuatro, sin contar los visitantes ocasionales, en particular Maja, la hermana de Einstein, que preparaba el doctorado en lenguas romances, siendo el tema de su tesis las canciones de gesta. (Un bedel a quien pregunto en que sala daba clase su hermano se quedo asombrado  de ver que una joven tan encantadora tuviese un hermano con un aspecto tan lamentable…). También se presento otro visitante de prestigio: Alfred Kleiner, quien probablemente pensaba llamar a Einstein a Zúrich; apreciaba sus cualidades como investigador, pero no quedo muy impresionado por sus dotes pedagógicas.

No obstante, la reputación de Einstein, que en la universidad de Berna sigue siendo modesta, no tarda en ir creciendo dentro del círculo más amplio de los físicos teóricos y matemáticos de lengua alemana; los primeros ecos vienen de Berlín, donde Max Planck ha comprendido inmediatamente la importancia de su memoria sobre la relatividad. Informa de ello a su asistente, Max von Laue, quien va a ver a Einstein en el verano de 1906: es el comienzo de una larga amistad entre el creador de la teoría de la relatividad y uno de sus primeros adeptos. En Breslau, un doctorando de Planck envía al principio de 1908 su tesis a Einstein, quien responde remitiéndole una copia de sus artículos; este envió provoca entre los físicos del centro un incendio relativista”” (expresión de C. Seelig) que enciende entre otros a Max Born (antes de convertirse el mismo en un físico famoso; un año más tarde conocería a Einstein, entablando con el también una amistad duradera).
En Munich, Arnold Sommerfeld, otra autoridad reconocida en física teórica, incluye desde 1907 la relatividad en el programa de sus cursos. 

Finalmente, en Gottingen, catedral de las matemáticas, Hermann Minkowski, que había sido profesor en la ETH, no solo comprende el interés de la nueva teoría sino que le da un impulso decisivo inventando el espacio-tiempo, que integra las medidas de tiempo y espacio en una sola geometría conforme a las hipótesis de la teoría de la relatividad. En Setiembre de 1908 mientras Einstein salía a la palestra para tres alumnos, Minkowski, tres meses antes que se lo llevara un ataque de apendicitis, causaba sensación en Colonia al exponer la expresión de su teoría.

Fuera de los países de lengua alemana y de Holanda, la reputación de Einstein era todavía modesta, sin embargo, enjuiciando las cosas fuera de la caverna, a la luz de las ideas, parece que debería haber encontrado en Francia al interlocutor ideal en la persona de Henry Poincaré. Por razones que seria muy largo explicar, Poncairé era efectivamente, entre todos los teóricos de la física matemática, quien tenía sobre los problemas fundamentales de la física su punto de vista, y en cierto modo el ángulo de ataque más próximo al de Einstein, quien por su parte tomaba muy en serio la ciencia y la hipótesis. Pero a pesar de la estima en que el gran matemático tenía al joven físico desde que lo conociera personalmente en 1911, siempre permaneció reservado sobre la teoría de la relatividad cuya conclusión no llegaría a ver.

No obstante, desde 1905 Einstein tuvo en Paris a algunos partidarios decididos: Paul Langevin y el pequeño grupo de estudiantes e investigadores que seguían sus enseñanzas en el College de France. Su ayudante, Edmond Bauer, encargado de examinar las revistas escritas en alemán, fue probablemente el primero que leyó en Francia el articulo Zur Elektrodynamik bewegter korper, y al final de su vida recordaba muy bien la impresión que le había producido, modestamente resumida así: “seguramente, esto le va a interesar a Langevin”. No se equivocaba: Langevin buscaba por entonces vías de síntesis entre la mecánica y el electromagnetismo, habiendo encontrado el concepto de inercia de la energía: enseguida comprendió que Einstein abría el camino hacia lo que el buscaba.

En cualquier caso, al principio de 1909, al menos en Zurich, las excepcionales cualidades del joven físico (tiene treinta años) aparecen ante los ojos de las personas informadas con una evidencia de la que dan testimonio las circunstancias de su nombramiento como profesor extraordinario en la universidad de Zurich, el 7 de Mayo de 1909.

Alfred Kleiner había conseguido que se creara una cátedra de profesor extraordinario de física teórica para la que le hubiera gustado nombrar a su ayudante Friedrich Adler, hijo del fundador de la social-democracia austriaca, muy comprometido ya entonces en la militancia política. Ahora bien, Adler, mas filosofo que físico, era un gran admirador de Mach y veía en Einstein y Hertz a los creadores de una nueva concepción de la mecánica; así pues, renunciando espontáneamente a su candidatura, que con toda probabilidad iba a salir adelante, desistió en favor de Einstein.

El destino de Adler fue bastante agitado, y su rival en Zúrich quizás tenia razón cuando le aconsejo dedicarse a la física y no a la política: encarcelado por el asesinato del primer Ministro de Austria, el conde Stürgkh, solicito que Einstein compareciera como testigo, mantuvo correspondencia con él. El testimonio no se produjo, pero Einstein concedió una entrevista a un periódico sobre los trabajos científicos de Adler, quien fue condenado a muerte, mas tarde indultado y finalmente liberado tras la revolución de 1919.

Por supuesto, el nombramiento de Einstein no fue tomado en Zúrich como un mal menor. En cualquier caso, el informe de kleiner no pudo ser más elogioso: confiesa que Einstein es uno de los físicos teóricos más importante del presente. En cambio, Einstein no consideraba a Kleiner un gran físico, pero en diversas cartas expresaba simpatía y respeto por sus cualidades humanas.

La producción de alimentos tiene prioridad ante los biocombustibles

Una manera de desplazar el empleo de combustibles de origen fósil, es sin duda el empleo y la masificación de los biocombustibles, los cuales se presentan como una solución adecuada a corto y medio plazo para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Después de todo, no sólo puede ser cultivado en el país (para reducir la dependencia del petróleo extranjero). Ahora bien, los cultivos son también un proceso renovable y las emisiones netas de CO2 son inferiores a la quema de combustibles fósiles debido a que los cultivos absorben CO2 durante su crecimiento. 

Aparentemente todos ganan, pero el problema surge cuando la masificación de estos cultivos, de hecho quitara area a los cultivos para alimentos. Aparte, sólo EEUU absorveran en el mediano plazo hasta casi el 80% de los actuales campos agrícolas , lo cuales tendrían que ser dedicados a la producción de maíz para etanol, si los actuales objetivos de producción de biocombustibles son ser satisfechas. Eso le quitaría una gran cantidad de la actual de la tierra dedicada a cultivos de alimentos y los encarecerá en desmedro sobre todo de las poblaciones mas pobres del planeta. 

Mientras que un país como los EE.UU. podría importar el déficit, que parece tan contraproducente, ya que depender de las importaciones de aceite lo aleja de la independencia energética actual y la Ley de Seguridad, que fuera publicado en 2007, el mismo establece como objetivo de producción de biocombustible la cantidad de 35,9 millones de galones de etanol para el año 2022, frente a los 10.6 millones de galones de hoy. 

El objetivo para el 2022, si bien es técnicamente alcanzable, no dice nada de el terreno adicional que se requerira para lograrlo; pero, a menos que la tecnología de biocombustibles avance de manera significativa en los niveles actuales, definitivamente mucho terreno destinado a alimentos pasara a etanol. 

Se puede plantear el uso de pastizales, praderas o sabanas para su conversión, siempre ue no se afecte aquellas que son utilizadas para pastoreo de ganado, pero también es necesario que otras tecnologías en paralelo maduren para el transporte como la energía solar, las pilas de hidrogeno y con ello minimizar el impacto sobre la tierra y los alimentos.

Asimismo, un cambio generalizado en el uso del suelo podrían contaminar el agua dulce e incluso acelerar el cambio climático global. Parece que el debate sobre la viabilidad de los biocombustibles continuará a retumbar en el futuro previsible.

marzo 25, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte II)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

Presentamos la segunda parte del recuento de los hechos en la vida del gran Einstein.

De estudiante en el Polytecchnikum de Zurich
En el mes de Octubre de 1896, Albert Einstein comienza sus estudios en el Polytecchnikum  de Zurich, en la sección VI-A, destinada a la formación de profesores de matemáticas y física; con diecisiete años, es el más joven de la sección. El curso durara cuatro anos – hasta el verano de 1900 – a lo largo de los cuales completaran su formación físico – matemática e iniciara su actividad creadora; en ellos también se afirman los rasgos de su carácter y se abren las vías de su destino personal.

En esta fecha es apátrida; en Enero de 1896 ha perdido la nacionalidad wurtenburguesa, y hasta Febrero de 1901, tras un proceso largo, complicado y relativamente costoso, no llegara a conseguir ser ciudadano de Zúrich y la nacionalidad suiza. En Zúrich, Einstein lleva la vida de un estudiante modesto, contentándose con una alimentación frugal (demasiado, creen algunos  de sus biógrafos, que ven en ello el origen de sus recurrentes males de estomago), permitiéndose escasas distracciones (aparte de algunas veladas musicales y las habituales charlas estudiantiles con los amigos en torno a una taza de café); no busca refinamiento en el vestir (algo a lo que, desde luego, su desprecio por la maneras burguesas – le gusta decir Philistros – no le inducia). En realidad, no solo carece de gusto por el lujo sino que también carece de medios, pues ya no puede recibir de sus padres sino escasos subsidios, de los que deplora verse obligado a privarles.

En efecto, para la familia Einstein, la holgura de los buenos días muniqueses ha sido sustituida por la estrechez, la fábrica de los dos hermanos en Pavia debe cerrar sus puertas en 1896.

Hermann, dando pruebas, contra la opinión de Albert, de ese espíritu de independencia que le había legado, crea una nueva empresa en Milán cuya suerte no será mejor; hasta 1899, cuando se encarga de la dirección y mantenimiento de la distribución eléctrica en Canetto Sull’Oglio (localidad situada a medio camino entre Cremona y Padua), no encontrara un cierto desahogo (aunque todavía seguirá muy endeudado con un pariente de su mujer), que tampoco habría de durar mucho, ya que moría en 1902 sin haber conocido el éxito de Albert, a quien al parecer siempre animo en el camino que había escogido.

Huésped de distintos establecimientos en Zúrich durante los semestres académicos, Albert se reune con sus padres en vacaciones, bien sea en Milán, bien en estaciones de veraneo en Suiza, feliz de disfrutar de la montaña y de la buena mesa, pero a veces rebasado por el ceremonial de las relaciones familiares, esforzándose por reservar algún tiempo para el estudio y la reflexión que siguen siendo, siempre y en todas p[artes, su preocupación principal, sin otro verdadero motivo fuera de ellos mismos y de la satisfacción que le procura su progreso.

En la ETH, el rendimiento del  estudiante Einstein en la institución, con todas las exigencias, sigue siendo en cierto modo análogo al del alumno Einstein en Gymnasium de Munich; por supuesto, ya no hay disciplina a la prusiana, pero todavía se advierte aquel contraste entre la evidente calidad científica del estudiante y el lugar que ocupa en el sistema de la institución.

¡Cincuenta y cinco años después todavía se acordaba muy bien! La obligación de instruirse sobre cuestiones hacia las que su propia curiosidad no le inclinaba le pesaba tanto que a veces llegaba a repugnarle, lo que trataba de evitar descuidando, por ejemplo, algunos temas de matemáticas cuyo interés para la física no veía, en aquella época, muy claro, recurría a compañeros mas ordenados que él, para conseguir los apuntes de algunos cursos; así conoció a Marcel Grossmann, cuya amistad jugaría en repetidas ocasiones un importante papel en la evolución de su carrera.

En cambio, mostraba un enorme celo en el estudio de la física, siguiendo asiduamente los excelentes cursos de Heinrich Weber y tomando notas con gran cuidado, también trabajaba con ardor en el laboratorio de su profesor, que tenía fama de ser uno de los más equipados de Europa en materia de física y electrotecnologia. Sin embargo, tampoco se satisfacía plenamente su curiosidad; el curso de Weber le parecía demasiado clásico, demasiado breve en cuanto a la teoría de maxwell. Además, se quedo decepcionado por que Weber no acepto  montar en su laboratorio la experiencia que él había ideado para medir la velocidad de la tierra respecto al éter. Por consiguiente, consagraba una gran parte de su tiempo a la lectura de los grandes maestros de la física contemporánea, Kirchoff, helmholtz, Hertz, entre otros.

Por lo demás, seguía siendo reticente y torpe en lo relativo al formalismo de las relaciones académicas. Su celo en la búsqueda de la verdad era tal que no dudaba en lanzar criticas despiadadas contra los autores mas conocidos, hacia que por lo demás, sentía una gran admiración; este estilo no siempre del gusto de sus profesores, lo que sin duda explica que sus relaciones con Weber, excelentes al principio, se fueron enfriando considerablemente, algo que iba a tener consecuencias muy molestas.

Todo ello no le impidió obtener el diploma de la ETH con muy buenas notas; pero el hecho es que el fue el único de los cuatro diplomados de su sección que no permaneció en la institución como se había producido un importante acontecimiento: una relación cada vez más estrecha con una compañera de estudios, Mileva Maric.

Mileva
Mileva Maric, nacida en 1875, era oriunda de Titel en Vojvodina, región servia por entonces bajo domino húngaro; su padre, un emprendedor suboficial, había prosperado en la agricultura, llegando a ser funcionario del imperio. Mileva, que padecía una cojera desde su infancia como secuela de una coxalgia, tenia grandes aptitudes intelectuales, sobretodo para las matemáticas; sabia alemán y francés y, queriendo continuar sus estudios científicos, había conseguido el permiso de su padre para ir a Zúrich donde, a diferencia de las instituciones imperiales, la universidad empezaba a abrir sus puertas a las mujeres. En la vuelta a clase en la universidad del año 1896, ella llevaba dos años residiendo en Zúrich, donde había conseguido la madurez y empezado a estudiar medicina antes de inscribirse en la ETH, en la misma sección que Einstein; su relación de compañerismo, que probablemente se inicio en este momento, se fue transformando de finales de 1898 en un verdadero amor, vivido por la fuerza de las circunstancias con pasión y dificultad. Hasta su matrimonio con Mileva en Enero de 1903, este iba a ser el elemento dominante de la vida personal de Einstein.

El idilio que había iniciado con Marie Winteler no logro sobrevivir a la partida  de Albert de Aarau; a parte del dolor que causo a la joven, esta ruptura entristeció a las dos madres (ambas se llamaban Pauline) que soñaban con la boda. Una carta de Albert a Pauline Winteler, quien le había invitado a pasar sus vacaciones en Aarau, da pruebas de su delicadeza: declina la invitación, a pesar del maravilloso recuerdo que conserva de la casa, para que no renazca una pena de la que él se sabe responsable por su ligereza e Ignorancia. Su correspondencia de la época hace pensar que Mileva no tuvo que destronar a una rival (ya olvidada) para conquistar el corazón de Albert; parece probable que lo primero que acerco a los dos futuros amantes no fuera un súbito impulso amoroso sino un interés común por las ciencias, un gusto compartido por la actividad intelectual, tal vez la música (Mileva tocaba la mandolina y tenía una bella voz), quizá también el sentimiento de ser uno y otro extranjero en la buena villa de  Zúrich. Seis anos después, cuando al fin se presenta de tener una vida normal en común, hasta entonces tan difícil de imaginar, Albert deseara que, a pesar de todo, Mileva siga siempre siendo “su estudiante”.

En cualquier caso, es cierto que Albert y Mileva estaban estrechamente unidos en el trabajo; no solo preparaban juntos sus exámenes, sino que Mileva estaba al corriente de las investigaciones personales de Einstein, que ella comprendía perfectamente y admiraba mucho. Es incluso probable que ella contribuyera a su progreso; en cualquier caso, eso es lo que Einstein hace pensar cuando, en una carta a Mileva (del 27 de marzo de 1901), habla de “su trabajo común sobre la relatividad del movimiento”, pero en el estado actual de la documentación es imposible precisar en que pudo consistir esta contribución. Al menos, la correspondencia publicada hasta hoy prueba que, tanto para uno, como para el otro, su relación fue algo muy distinto de una amistad intelectual.

La propia Mileva, tras pasar en 1897, un semestre de estudio en Heidelberg (se conocen las razones de esta “fuga” en palabras de Einstein), seguía en Zúrich las mismas enseñanzas que Einstein, suspendió el examen final en 1900 y otra vez en 1901, tras contemplar la posibilidad de preparar una tesis doctoral. Esto no ayudaba a solucionar los problemas de la pareja, en un momento particularmente difícil. Lo primero porque Albert, a diferencia de todos sus condiscípulos diplomados, no tenia ningún puesto, y además porque su relación con Mileva, desde entonces notoria y para ellos definitiva, suscitaba una fuerte reprobación por parte de la familia de Einstein (y, al parecer, poco entusiasmo en la otra familia). No obstante, a pesar de toda la turbulencia producida por las incertidumbres profesionales y por una pasión contrariada por el entorno, todo indica que Einstein ya es un creador capaz de descubrir, en la embriaguez y ansiedad de un fecundo desorden, todas las ideas que unos año más tarde se llevarían de forma fulminante a ocupar la primera fila entre los físicos.

Años difíciles
Diplomado por la ETH, a finales de Julio de 1900, Einstein, naturalmente, esperaba una señal de Weber invitándole a ser su ayudante: la llamada no llego, de vuelta a Zúrich a finales de agosto, tras unos días de vacaciones con su madre, prueba suerte con éxito con Adolfo Hurwitz, un profesor de matemáticas de la ETH a cuyos cursos, por desgracia, no había asistido con asiduidad. Como Suiza no le ofrecía nada, se dirige a varias universidades alemanas, Gottingen y luego Stuttgart, también sin éxito; reside con frecuencia en Milán en casa de sus padres, cuya situación afortunadamente se ha recuperado; en la primavera de 1901 esta en casa de ellos intentando en vano colocarse en Italia, (país donde no hay al menos, antisemitismo, comenta el mismo), contando con el apoyo de Michele Besso (a quien había conocido en Munich el año 1897 en casa de una música y que seguiría siendo su amigo mas fiel hasta su muerte, producida un mes antes de morir Einstein).

Entretanto, en marzo de 1901 ha publicado en Annalen der Physik su primera memoria sobre fenómenos de capilaridad; se la envía a Wilhelm Ostwald en Leipzig (iniciativa apoyada por una carta de su padre) y a Heike Kamerlingh Onnes en Leyden, señalando que esta buscando algún puesto: al parecer, no hubo respuesta alguna. Finalmente, acepta con alivio una plaza de profesor de matemática sustituyendo a un titular que había sido llamado a filas (obligación de la que él es dispensado a causa de sus pies planos); este motivo lo lleva, en Mayo de 1901, tras ocho meses de paro sin mas recursos personales que lo conseguido con clases particulares, a la escuela técnica de Winterthur. Una vez más, el empleo le dura poco. Sin embargo, poco tiempo antes se había encendido un rayo de esperanza gracias a  Marcel Grosssmann, cuyo padre ha recomendado a Einstein al director de la oficina de Patentes de  Berna para cuando quede alguna plaza vacante; pero no hay nada seguro.

Se podría pensar que, para un muchacho al que le gusta alardear de cierto desprecio hacia las convenciones sociales (a veces el mismo se presenta, no sin agrado, como un “bohemio” o un ‘vagabundo”), esta situación de espera no debería resultarle incomoda, pero si pensamos que el vagabundo estaba lo bastante enamorado y se sabia lo bastante amado como para querer casarse, comprenderemos que la situación empezaba a molestarle. En efecto, los amantes estaban separados la mayor parte del tiempo y la familia de Albert, de la que todavía dependía y a al que sentía muy unido por solidos lazos afectivos, se ponía a este proyecto; en particular, la correspondencia revela que la hostilidad de Pauline la madre de Albert, poco apreciable en el primer momento, se declaro con violencia al conocer ella los proyectos conyugales de su hijo.

Fue una verdadera escena que Albert relata, no sin humor, en una carta a Mileva fechada en julio de 1900 (la madre, la hija y el hijo estaban entonces de vacaciones en Melchtal, en la Suiza central), la recriminaciones que Albert tiene que aguantar son bastante significativas: según su madre, Mileva no sabrá llevar la casa; si tienen niños, será el quien se ocupara de ellos, y añade: “Cuando tu tengas treinta años ella será una vieja bruja”.

Es un libro, como tu - ¡Pero lo que a ti te hace falta es una mujer, no un libro!  A todas luces, Pauline Einstein no perdonaba a Mileva ser una “intelectual”, tal vez también le reprochaba el que cojeara y el venir desde demasiado lejos al Este. En los años siguientes, las relaciones entre Albert y su madre (a pesar del optimismo del que a veces da pruebas para tranquilizar a Mileva, quien por carácter sin duda inquieto y sombrío parecía poco dispuesta a adaptarse a semejante situación) no se llegaron a distender realmente más que cuando hablaban de otras cosas o tocaban algo de música.

Por otra parte, Albert ve estas reticencias, compartidas en menor medida por su padre, no tanto como una oposición personal sino como la expresión de una cierta idea del matrimonio que no es la suya, según la cual la mujer es un lujo para el hombre afortunado, es decir, una prostituta favorecida por un compromiso mas duradero. Esta idea puede ser buena para el común de los mortales, para quienes los sentimientos dominan a los sentimientos; pero para Mileva y él las cosas son distintas: su alegría de vivir se extiende hasta el infinito.

Su nombramiento en Winterthur le supuso a Albert un verdadero alivio, razón de mas porque, al venir de Milán antes de tomar posesión, se reunió con Mileva en Como (Italia), los primeros días de Mayo de 1901; recorrieron el lago en barca y cruzaron a pie el puerto de Splugen (Siuza) cubierto de nieve: unos fugaces momentos de felicidad muy apreciados por uno y otro.

En Winterthur, donde residirá hasta Julio de 1901, Albert se adapta bien a sus tareas de enseñanza. Ha recuperado su confianza, pero sigue buscando el modo de consolidar su futuro aun cuando cosecha algunos fracasos, como su candidatura a una escuela técnica en Burgsdorf; el asunto de la oficina de patentes esta todavía pendiente, pero la urgencia se acentúa, pues Mileva está embarazada, enseguida se ponen de acuerdo que la niña se llamara Lieserl. En cualquier caso, Albert esta ahora decidido a aceptar cualquier empleo para poder casarse; evidentemente, Mileva se siente feliz por este gesto tan decidido, pero se revela ante la idea que pudiera aceptar un trabajo indigno de él. En efecto, ella esta en mejor posición que nadie para apreciar la importancia de lo que Einstein prepara. Sabe que trabaja sin descanso, comunicándole sin cesar sus nuevas ideas en múltiples dominios de la física, teniéndola al corriente de sus éxitos y de sus decepciones.

 Mientras tanto, la vida errante continua, separándoles siempre salvo breves y furtivos encuentros (lo que permite al historiador disponer de su correspondencia). Tras pasar unos días con su madre y su hermana en Mettmenstetten, cerca de Zúrich, durante los cuales cree, equivocadamente que su madre se había resignado, y recibe, posiblemente, una actitud comprensiva por parte de su hermana, a partir del 15 de setiembre de 1901 Albert se encuentra con Schaffhausen, trabajando como preceptor de matemáticas para un tal doctor Nuschke, con la misión de preparar la madurez a un joven ingles llamado Louis Cahen; nos falta espacio para aquí exponer las quejas de Einstein contra Nuschke, aunque lo que le cuenta a Mileva sea algo típico de su estilo, donde la indignación y el humor se unen compensan, terminando su relato con un “viva la desfachatez“ muy einsteiniano.

A finales de Diciembre se entera que, gracias a Grossmann, va a conseguir un puesto como experto técnico de tercera clase en la Oficina de patentes de Berna, con un sueldo de 3500 Francos Suizos.

Triunfalmente se lo anuncia a Mileva, que ha vuelto a casa de sus padres, pues esta persuadido que les permitirá vivir decorosamente en Berna, no tardara en dejar plantado a Nuschke, pues su alumno ya no esta en Schaffhausen. Se instala en Berna, donde no tomara posesión hasta el mes de Junio, viviendo mientras tanto de clases particulares conseguidas a través de un anuncio en un diario de la ciudad. Gracias a este anuncio conocerá a Maurice Solovine, de origen rumano, que llegara a ser su amigo y a quien, mucho mas tarde, reservara en exclusividad la traducción francesa de sus obras.

Es en Berna, donde se entera, en los primeros días de Enero de 1902, del nacimiento de Lieserl, de quien la historia pierde inmediatamente la pista. Mileva viene sola a reunirse con él en Berna, pero el matrimonio no va a seguir de inmediato a este regreso. En contra de lo que esperaba Albert, Pauline Einstein no ha perdido en modo alguno su hostilidad contra Mileva, quien en una carta escrita a finales de Noviembre de 1901 a una amiga, se muestra aterrada de que su futura suegra haya escrito a sus padres para quejarse de ella; en una carta de febrero de 1902 a Pauline Winteler, Pauline Einstein confiesa que Mileva le resulta francamente antipática y que no está dispuesta a oír hablar de noviazgo entre su hijo y ella (una alusión parece indicar que Maja podía haber defendido la causa de Albert ante los Winteler). En cualquier caso, la boda fue aplazada.

En otoño, Hermann Einstein sufrió una crisis cardiaca gravísima; poco antes de morir, dio a Albert, quien había acudido a Milán para reunirse con el, su consentimiento para la boda, que se celebro el 6 de Enero de 1903.

Desde entonces, instalado por fin según sus deseos, el pequeño ingeniero esta en camino de convertirse en un gran físico, pues a lo largo de estos difíciles años ya ha realizado un trabajo creador cuya amplitud y riqueza no le han permitido, hasta este momento, encontrar ni una expresión definitiva ni tan siquiera un esquema bien perfilado.

Durante este periodo su curiosidad se ha ido extendiendo en todos los campos de la física, al amenos a todos aquellos que llamaban la atención de los sabios contemporáneos y que se ocupaban de la estructura fundamental de la materia, como las fuerzas moleculares, la naturaleza del éter, el movimiento de los cuerpos ponderables respecto al éter.(Einstein ya dudaba de que estas palabras tuvieran sentido físico y planeaba poner a punto un ensayo sobre la relatividad del movimiento) los efectos térmicos de la electricidad, los calores específicos y su relación con las leyes de la radiación. Profundamente interesado por las investigaciones de Drude sobre la teoría electrónica de  metales, se sintió defraudado por la respuesta que recibieron sus objeciones; le pareció admirable la memoria de Leonard sobre la producción de rayos catódicos por luz ultravioleta, y descubrió la química – física gracias a Ostwald.

A todas luces, su propia riqueza le suponía un obstáculo, pues durante unos cuantos años esta acumulación de conocimientos y esta ebullición de ideas no le sirvieron para acabar una disertación doctoral (trabajo que los estudiantes que salían de ETH debían presentar a algún profesor de la Universidad de Zúrich para obtener el doctorado). Al conseguir su diploma se había matriculado con Weber, probablemente para realizar un trabajo sobre termoelectricidad; pero como estaba convencido de que Weber ponía obstáculos a su carrera, le dejo y cambio también de tema, escribiendo una disertación sobre fuerzas moleculares que envió a otro profesor, Alfred Kleiner, para retirarla finalmente (no sin hacerse devolver la elevada tasa de inscripción). Una carta a Mileva parece indicar que había decidido retirarla por consejo de Kleiner.

Cuando tres años más tarde, y con el mismo Kleiner, defienda su tesis, esta no será sino el mas pequeño cohete dentro de unos magníficos fuegos artificiales.

(Fin parte II)

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte I)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

El pasado 14 de marzo se cumplió el 137 aniversario del nacimiento del mas grande genio del siglo XX, Albert Einstein y Premio Nobel de Física de 1921. Aquí un recuento de los hechos de su vida en toda su amplitud a manera de homenaje, que será presentado en varios capítulos. Iniciamos:

Su Infancia y adolescencia
Actualmente, ya no existe en la ciudad de Ulm la casa donde nació Albert Einstein, el 14 de Marzo de 1879; fue destruida por los bombardeos durante la segunda guerra mundial. La donde nació calle lleva su nombre; lo había recibido en tiempos de la República de Weimar; cambio de nombre cuando gobernada Hitler, tomando el nombre de Fitche; sin embargo, recupero el nombre nuevamente cuando aún vivía y terminado el tercer Reich.

Su padre Hermann y su madre Pauline (cuyo apellido de soltera era Koch) Einstein pertenecían a una burguesía de comerciantes judíos, establecida desde hacia largo tiempo en Suabia, provincia bastante remota de la Alemania prusiana (el gobierno de Wurtemberg había sido incorporado al imperio en 1871). Según un amigo de Einstein, Philipp Frank, él conservaba algunos de sus orígenes suabos, sobre todo algunos giros y entonaciones familiares.

Albert era el primer hijo de Hermann, que tenia treinta y dos años cuando nació, y de Pauline, que tenia veintisiete. Llevaban casados tres años. Hermann es descrito como un hombre tranquilo, cultivado, bastante indiferente en materia de religión, gran lector de Schiller y de Heine; dirigía un comercio de colchones de plumas de Ulm, donde hubiera seguido de no ser por la ambición de su hermano menor, Jakob, un emprendedor ingeniero que lo convenció de asociarse con él para fundar en Munich un negocio de distribución de agua y gas. Así pues, la familia Einstein abandono Ulm para instalarse en Munich el verano de 1880; el negocio fue bien y unos años más tarde los dos hermanos montaron una fábrica de material eléctrico para equipar a los ayuntamientos que estaban electrificando sus municipios. El padre de Pauline participo en la financiación de la empresa. Los hermanos compraron juntos una casa en las afueras de la ciudad y se instalaron en ella en 1885.

Albert tenía entonces seis años. Su hermana María, a quien llamaban Maja, había nacido en 1881 el tiempo no conseguiría apagar su amistad infantil, a veces acompañada por enfados mutuos, pero quizás consolidada por algunos rasgos de carácter parecidos - una cierta ingenuidad a su gusto por el humor cínico – que observaron quienes les vieron juntos.

Los pocos hechos que recuerda la historia de la primera infancia de Einstein no tienen nada de  especial, nació con una cabeza grande, demasiado grande según su abuela; hablo un poco tarde pero lo hizo con ahínco; tenia bruscas rabietas que a veces sufría Maja. Pero, en general, le gustaba jugar solo y tranquilo, construyendo castillos de naipes con mucho cuidado y paciencia. Según un recuerdo ciertamente significativo, pues es el propio Einstein quien lo cuenta, sesenta y cinco años más tarde, en su gran autobiografía científica, a los cinco anos vivió la experiencia de la admiración que sentimos cuando un suceso cambia nuestro concepto habitual de las cosas: su padre le enseño una brújula y él se sorprendió que la aguja se orientaba sin que nadie le obligara a ello.

A los seis años, Albert entro a la escuela pública, la Volksschule, donde el catecismo católico formaba parte de la enseñanza;  un pariente de la familia fue el encargado de instruirle en la religión judía. Si bien fue un alumno aplicado, se dice un tanto lento, sus calificativos fueron buenos, sobretodo en cálculo.

Fue en casa donde comenzó la educación musical de Albert, pues su madre Pauline era pianista, como sería su hermana Maja, y Albert fue violinista; lo que el mismo dijo de su aprendizaje es muy típico: el canto de la música acabaría, muchos años después, por triunfar sobre el horror que le producía el mecanismo de la disciplina. En efecto, nunca soporto, en ningún terreno, otras reglas que no fueran las impuestas por el mismo; al menos en el caso de la música, el triunfo del arte fue total y duradero. Einstein no abandonaría hasta muy tarde la práctica del violín y de la música de cámara; fue para el una fuente permanente de felicidad, dando a algunas de sus amistades un matiz especialmente afectivo, en particular con la reina Elisabeth de Bélgica.

El hecho de vivir la música más como interprete que como oyente explica, tal vez, lo limitado de sus gustos en ese terreno: solo los grandes maestros del siglo de las Luces, Bach y sobretodo Mozart, le satisfacían plenamente (había aprendido, maravillado, las sonatas de Mozart a los trece anos). En su edad madura explico su gusto por los grandes compositores del s.XIX: Schubert, Schumann, Mendelssohn, Brahms, siempre matizados comentarios sobre Strauss y Debussy, acompañados de ciertas reservas que también aplicaba a Bethoven, que le parecía demasiado dramático y personal. Su aversión por la violencia wagneriana no tenía un origen solamente estético; en conjunto, la música moderna no le atraía demasiado. Tal vez ello fuera una expresión, entre otras, de su profundo clasicismo, que sorprende especialmente en este prodigioso innovador.

Si volvemos a Munich el año 1888, encontraremos a Albert en el Luitpold Gymnasium – equivalente a un instituto – que frecuentara hasta 1895 para abandonarlo en circunstancias anormales. Durante este periodo aparecen algunos rasgos que definen una personalidad tan bien afirmada que es difícil imaginar que pudiera emprender otro destino. Enseguida aparece como un alumno muy bueno, que no tarda en destacar ampliamente sobre todos sus condiscípulos en matemáticas, pero es menos brillante en las disciplinas literarias (excelente en latín, algo menos en griego y lenguas vivas). Pero este buen alumno no llega a ser un alumno como es debido, parece tener una forma de participar en clase sin estar allí, de someterse a la autoridad pareciendo que se burla de ella; desconcierta a sus profesores.

Cuando llega el momento que se plantea abandonar el centro, su profesor de griego le aconsejara irse; Einstein objeta que no tiene nada que reprocharse, a lo que el profesor le responde que su sola presencia en clase echa por tierra su autoridad – al menos, esto es lo que cuenta el propio Einstein, a quien, según Abraham Pais , en su edad madura le gustaba contar esta anécdota.

Einstein convencería después a todos sus biógrafos de que este tira y afloja se producía esencialmente debido al enfrentamiento entre, por un lado, una personalidad especialmente rebelde a toda disciplina impuesta y a toda mecanización del comportamiento y, por el otro, el espíritu dominante del sistema educativo alemán de aquella época: autoridad, jerarquía, automatismo del aprendizaje y aprendizaje del automatismo; tales eran los elementos del sistema, al menos es así como Einstein los vio y describió siempre, oponiéndose sistemáticamente a ellos cada vez que se hablaba de educación y enseñanza. Hay que añadir que Einstein siempre manifestó una aversión instintiva hacia la violencia y la brutalidad, lo que probablemente también contribuyo a apartarle de las paradas militares tan en boga en la Alemania de Bismark. A pesar de todo, algunos maestros supieron atraerle y hacerle sensible a la literatura.

No hay casi testimonios sobre las relaciones de Einstein como sus compañeros de liceo; ninguna de las amistades solidas y duraderas que lo acompañaron a lo largo de toda su vida se remonta a esta época; aparentemente no se relacionaba mucho, sin que tampoco quede rastro de ninguna hostilidad hacia él.

No cabe duda de que fue en su familia, más que en el liceo, donde se formo la personalidad de Einstein y se completo su construcción; el medio indudablemente estable desde el punto de vista afectivo, resultaba ciertamente enriquecedor en materia de cultura. Sin haber sido alentado por los suyos, a los diez anos dio pruebas de un gran celo religioso, imponiéndose la observancia estricta de un ritual y llegando a componer cánticos a la gloria del señor. Este episodio piadoso duro poco, pero siempre lo recordaría, reservando para el un lugar significativo en su autobiografía.

En cualquier caso, ya aparecía esa tensión del pensamiento que va mas allá de lo fácil, de lo familiar, de lo cercano – que no disminuiría nunca.

Muy pronto, cuando este pensador tan precoz tenia doce anos, la curiosidad científica paso a ocupar para siempre el lugar de las exigencias religiosas; le produjo incluso “un acceso fanático de libre pensamiento asociado a la impresión de que el estado engaña, a sabiendas, a la juventud; - una impresión abrumadora”.

En el dominio de la ciencia, el propio medio familiar le proporcionaba tanto los alicientes como las ocasiones propicias; el tío de Einstein, Jakob era un científico que no dudaba en estimular su curiosidad. Un estudiante de medicina polaco, a quién los Einstein acogían regularmente en su mesa, Max Talmud, que más tarde se llamaría Max Talmey, se encargo de poner a Albert al corriente de los grandes problemas y debates científicos de la época, le hizo leer Fuerza y Materia de Büchner, Kosmos de Alexander Von Humbolt y los cinco o seis volúmenes de una reputada colección de divulgación científica; llego incluso a iniciarle en la Crítica de la Razón Pura.  Más aún animado por el Tío Jakob, Albert repetía con trece años la proeza de Pascal leyendo de cabo a rabo un tratado de geometría; experiencia inolvidable y sin duda decisiva, propia de un milagro: el dominio del pensamiento sobre sus objetos.

Sin embargo, tras un prometedor comienzo, el negocio de los hermanos Einstein empezó a decaer, probablemente debido a la llegada de grandes empresas nacionales en plena expansión; habían establecido ciertos contactos en Italia, donde la firma Einstein tenía una representación; como las perspectivas parecían allí más favorables, los dos hermanos decidieron liquidar su negocio para fundar otro parecido en Pavía. Abandonaron Munich el año 1894; la casa común también fue vendida y los niños asistieron tristemente a la destrucción del jardín, sustituido por edificios horribles.

Albert tenía entonces 15 años y no había terminado sus estudio secundario; como no hablaba italiano, sus padres creyeron que sería preferible dejarle en el Gymnasium, quedándose de en una familia muniquesa. El no quedó muy satisfecho con este arreglo; privado del medio familiar, la disciplina del liceo le resultaba más pesada. Al fin decidió abandonar el liceo y Munich para reunirse con sus padres, a quienes prometío presentarse al examen de ingreso en le ETH (Eidgenossische Technische Hoschschule), el célebre Polytechnikum de Zurich, llado familiarmente en Suiza ‘el Poly’. Provisto de un certificado del médico de la familia y de un excelente informe de su profesor de matemáticas, dejo el liceo en la primavera de 1895; decidió también renunciar a la nacionalidad wurtemburguesa (de  no haberlo hecho, caso de volver a Alemania habría sido considerado un desertor).

Los meses que siguieron a esta audaz evasión fueron muy felices. Albert descubrió con agrado Italia, visitó a unos parientes cerca de Génova para luego pasar el verano en familia en Airolo, en el Tesino. Como estaba previsto, en otoño de 1895 se presento a la ETH. Le permitieron hacerlo a pesar de no tener la matura (o madurez) siuza (equivalente al bachillerato) y estar todavía lejos de la edad mínima exigida, en principio dieciocho años. Supero sin dificultad las pruebas científicas, pero sus resultados en las pruebas llamadas generales (que principalmente incluían lengua alemana, historia y literatura) fueron calificadas de insuficientes; pese a todo la experiencia resulto alentadora, ya que el profesor de física H. F. Weber le permitió a Einstein seguir sus cursos siempre que residiera en Zurich, y el director de la ETH, A. Herzog, le dio el excelente consejo de preparar su madurez en la escuela del cantón de Argovia.

Así pues, la villa de Aarau, donde se encontraba la escuela, fue el lugar donde Albert pasó el año escolar 1895-1896, el último de sus estudios secundarios; allí fue feliz, en primer lugar por estar de pensión en familia de un profesor de la escuela, Jost Winteler, donde encontró un cálido ambiente y vivió con María, una de las hijas de la casa, su primera experiencia amorosa; la relación no cuajó, pero los lazos de Einstein con los Winteler duraron toda su vida, sobre todo porque él siempre sintió una gran estima y simpatía por el padre, y luego porque su hermana Maja se casó con uno de los hijos de la casa, Paul. Además, al contrario de lo que sucedía en el Gymnasium de Munich, el estilo padagógico de la escuela de Aarau la iba perfectamente a aquella inteligencia deliberadamente inconformista. En cualquier caso, el contraste le pareció tan importante y pleno de sentido que, al evocarlo en una breve autobiografía el mismo año de su muerte, afirmaba que la “verdadera democracia no es una vana quimera”.

A pesar de que la ETH preparaba tanto para carreras técnicas como para la enseñanza científica e investigación, distintos documentos prueban que, cuando entro en ella, Einstein ya estaba decidido a matricularse en la segunda rama; así, en el manuscrito titulado “Mis proyecto de futuro”, un simple ejercicio de lengua francesa (que mereció una nota intermedia), el estudiante expone, en un estilo sobrio y modesto, muy característico, las razones por las cuales ha decidido matricularse en una carrera de profesor de matemáticas y de física teórica: dispone de las aptitudes necesarias para esta actividad que le gusta, mientras que carece de “phantaisie” (sic) y de aptitudes practicas; añade: “hay también una cierta independencia en la profesión científica que me gusta mucho”.

Por encima de su preferencia por la meditación libre, los sinsabores sufridos por su padre en el mundo de la libre empresa bien pudieron persuadirle de que el espíritu de independencia es algo que no siempre se ve alentado por la vida practica.

 Al menos desde este año 1895, no solo la aptitud del joven Einstein para la investigación científica esta ampliamente probada; el interés que le mueve y la ambición que le anima quedan bien patentes en un texto “sobre las investigaciones relativas al estado del éter en un campo magnético”, donde se propone explicar la permanencia de un campo magnético en la cercanía de una corriente eléctrica por una deformación del éter. Por muy despreocupado y jovial que se muestre en las veladas de la familia Winteler, el estudiante de dieciséis años, ya físico, no olvida aquellos “milagros” que son la obstinación de la brújula y la ineluctable necesidad del teorema de Pitágoras, y que, como le guste repetir, nos apartan de lo “solamente personal”.

Fue también en Aarau, según el mismo dice en el ensayo autobiográfico citado, donde imagino la primera “experiencia de pensamiento” relacionada con la teoría de la relatividad: “si perseguimos a una onda luminosa a la velocidad de la luz, nos encontramos frente a un campo de ondas independiente del tiempo. Pero, al parecer, no existe tal cosa”.

(Fin parte 1)