marzo 25, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte II)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

Presentamos la segunda parte del recuento de los hechos en la vida del gran Einstein.

De estudiante en el Polytecchnikum de Zurich
En el mes de Octubre de 1896, Albert Einstein comienza sus estudios en el Polytecchnikum  de Zurich, en la sección VI-A, destinada a la formación de profesores de matemáticas y física; con diecisiete años, es el más joven de la sección. El curso durara cuatro anos – hasta el verano de 1900 – a lo largo de los cuales completaran su formación físico – matemática e iniciara su actividad creadora; en ellos también se afirman los rasgos de su carácter y se abren las vías de su destino personal.

En esta fecha es apátrida; en Enero de 1896 ha perdido la nacionalidad wurtenburguesa, y hasta Febrero de 1901, tras un proceso largo, complicado y relativamente costoso, no llegara a conseguir ser ciudadano de Zúrich y la nacionalidad suiza. En Zúrich, Einstein lleva la vida de un estudiante modesto, contentándose con una alimentación frugal (demasiado, creen algunos  de sus biógrafos, que ven en ello el origen de sus recurrentes males de estomago), permitiéndose escasas distracciones (aparte de algunas veladas musicales y las habituales charlas estudiantiles con los amigos en torno a una taza de café); no busca refinamiento en el vestir (algo a lo que, desde luego, su desprecio por la maneras burguesas – le gusta decir Philistros – no le inducia). En realidad, no solo carece de gusto por el lujo sino que también carece de medios, pues ya no puede recibir de sus padres sino escasos subsidios, de los que deplora verse obligado a privarles.

En efecto, para la familia Einstein, la holgura de los buenos días muniqueses ha sido sustituida por la estrechez, la fábrica de los dos hermanos en Pavia debe cerrar sus puertas en 1896.

Hermann, dando pruebas, contra la opinión de Albert, de ese espíritu de independencia que le había legado, crea una nueva empresa en Milán cuya suerte no será mejor; hasta 1899, cuando se encarga de la dirección y mantenimiento de la distribución eléctrica en Canetto Sull’Oglio (localidad situada a medio camino entre Cremona y Padua), no encontrara un cierto desahogo (aunque todavía seguirá muy endeudado con un pariente de su mujer), que tampoco habría de durar mucho, ya que moría en 1902 sin haber conocido el éxito de Albert, a quien al parecer siempre animo en el camino que había escogido.

Huésped de distintos establecimientos en Zúrich durante los semestres académicos, Albert se reune con sus padres en vacaciones, bien sea en Milán, bien en estaciones de veraneo en Suiza, feliz de disfrutar de la montaña y de la buena mesa, pero a veces rebasado por el ceremonial de las relaciones familiares, esforzándose por reservar algún tiempo para el estudio y la reflexión que siguen siendo, siempre y en todas p[artes, su preocupación principal, sin otro verdadero motivo fuera de ellos mismos y de la satisfacción que le procura su progreso.

En la ETH, el rendimiento del  estudiante Einstein en la institución, con todas las exigencias, sigue siendo en cierto modo análogo al del alumno Einstein en Gymnasium de Munich; por supuesto, ya no hay disciplina a la prusiana, pero todavía se advierte aquel contraste entre la evidente calidad científica del estudiante y el lugar que ocupa en el sistema de la institución.

¡Cincuenta y cinco años después todavía se acordaba muy bien! La obligación de instruirse sobre cuestiones hacia las que su propia curiosidad no le inclinaba le pesaba tanto que a veces llegaba a repugnarle, lo que trataba de evitar descuidando, por ejemplo, algunos temas de matemáticas cuyo interés para la física no veía, en aquella época, muy claro, recurría a compañeros mas ordenados que él, para conseguir los apuntes de algunos cursos; así conoció a Marcel Grossmann, cuya amistad jugaría en repetidas ocasiones un importante papel en la evolución de su carrera.

En cambio, mostraba un enorme celo en el estudio de la física, siguiendo asiduamente los excelentes cursos de Heinrich Weber y tomando notas con gran cuidado, también trabajaba con ardor en el laboratorio de su profesor, que tenía fama de ser uno de los más equipados de Europa en materia de física y electrotecnologia. Sin embargo, tampoco se satisfacía plenamente su curiosidad; el curso de Weber le parecía demasiado clásico, demasiado breve en cuanto a la teoría de maxwell. Además, se quedo decepcionado por que Weber no acepto  montar en su laboratorio la experiencia que él había ideado para medir la velocidad de la tierra respecto al éter. Por consiguiente, consagraba una gran parte de su tiempo a la lectura de los grandes maestros de la física contemporánea, Kirchoff, helmholtz, Hertz, entre otros.

Por lo demás, seguía siendo reticente y torpe en lo relativo al formalismo de las relaciones académicas. Su celo en la búsqueda de la verdad era tal que no dudaba en lanzar criticas despiadadas contra los autores mas conocidos, hacia que por lo demás, sentía una gran admiración; este estilo no siempre del gusto de sus profesores, lo que sin duda explica que sus relaciones con Weber, excelentes al principio, se fueron enfriando considerablemente, algo que iba a tener consecuencias muy molestas.

Todo ello no le impidió obtener el diploma de la ETH con muy buenas notas; pero el hecho es que el fue el único de los cuatro diplomados de su sección que no permaneció en la institución como se había producido un importante acontecimiento: una relación cada vez más estrecha con una compañera de estudios, Mileva Maric.

Mileva
Mileva Maric, nacida en 1875, era oriunda de Titel en Vojvodina, región servia por entonces bajo domino húngaro; su padre, un emprendedor suboficial, había prosperado en la agricultura, llegando a ser funcionario del imperio. Mileva, que padecía una cojera desde su infancia como secuela de una coxalgia, tenia grandes aptitudes intelectuales, sobretodo para las matemáticas; sabia alemán y francés y, queriendo continuar sus estudios científicos, había conseguido el permiso de su padre para ir a Zúrich donde, a diferencia de las instituciones imperiales, la universidad empezaba a abrir sus puertas a las mujeres. En la vuelta a clase en la universidad del año 1896, ella llevaba dos años residiendo en Zúrich, donde había conseguido la madurez y empezado a estudiar medicina antes de inscribirse en la ETH, en la misma sección que Einstein; su relación de compañerismo, que probablemente se inicio en este momento, se fue transformando de finales de 1898 en un verdadero amor, vivido por la fuerza de las circunstancias con pasión y dificultad. Hasta su matrimonio con Mileva en Enero de 1903, este iba a ser el elemento dominante de la vida personal de Einstein.

El idilio que había iniciado con Marie Winteler no logro sobrevivir a la partida  de Albert de Aarau; a parte del dolor que causo a la joven, esta ruptura entristeció a las dos madres (ambas se llamaban Pauline) que soñaban con la boda. Una carta de Albert a Pauline Winteler, quien le había invitado a pasar sus vacaciones en Aarau, da pruebas de su delicadeza: declina la invitación, a pesar del maravilloso recuerdo que conserva de la casa, para que no renazca una pena de la que él se sabe responsable por su ligereza e Ignorancia. Su correspondencia de la época hace pensar que Mileva no tuvo que destronar a una rival (ya olvidada) para conquistar el corazón de Albert; parece probable que lo primero que acerco a los dos futuros amantes no fuera un súbito impulso amoroso sino un interés común por las ciencias, un gusto compartido por la actividad intelectual, tal vez la música (Mileva tocaba la mandolina y tenía una bella voz), quizá también el sentimiento de ser uno y otro extranjero en la buena villa de  Zúrich. Seis anos después, cuando al fin se presenta de tener una vida normal en común, hasta entonces tan difícil de imaginar, Albert deseara que, a pesar de todo, Mileva siga siempre siendo “su estudiante”.

En cualquier caso, es cierto que Albert y Mileva estaban estrechamente unidos en el trabajo; no solo preparaban juntos sus exámenes, sino que Mileva estaba al corriente de las investigaciones personales de Einstein, que ella comprendía perfectamente y admiraba mucho. Es incluso probable que ella contribuyera a su progreso; en cualquier caso, eso es lo que Einstein hace pensar cuando, en una carta a Mileva (del 27 de marzo de 1901), habla de “su trabajo común sobre la relatividad del movimiento”, pero en el estado actual de la documentación es imposible precisar en que pudo consistir esta contribución. Al menos, la correspondencia publicada hasta hoy prueba que, tanto para uno, como para el otro, su relación fue algo muy distinto de una amistad intelectual.

La propia Mileva, tras pasar en 1897, un semestre de estudio en Heidelberg (se conocen las razones de esta “fuga” en palabras de Einstein), seguía en Zúrich las mismas enseñanzas que Einstein, suspendió el examen final en 1900 y otra vez en 1901, tras contemplar la posibilidad de preparar una tesis doctoral. Esto no ayudaba a solucionar los problemas de la pareja, en un momento particularmente difícil. Lo primero porque Albert, a diferencia de todos sus condiscípulos diplomados, no tenia ningún puesto, y además porque su relación con Mileva, desde entonces notoria y para ellos definitiva, suscitaba una fuerte reprobación por parte de la familia de Einstein (y, al parecer, poco entusiasmo en la otra familia). No obstante, a pesar de toda la turbulencia producida por las incertidumbres profesionales y por una pasión contrariada por el entorno, todo indica que Einstein ya es un creador capaz de descubrir, en la embriaguez y ansiedad de un fecundo desorden, todas las ideas que unos año más tarde se llevarían de forma fulminante a ocupar la primera fila entre los físicos.

Años difíciles
Diplomado por la ETH, a finales de Julio de 1900, Einstein, naturalmente, esperaba una señal de Weber invitándole a ser su ayudante: la llamada no llego, de vuelta a Zúrich a finales de agosto, tras unos días de vacaciones con su madre, prueba suerte con éxito con Adolfo Hurwitz, un profesor de matemáticas de la ETH a cuyos cursos, por desgracia, no había asistido con asiduidad. Como Suiza no le ofrecía nada, se dirige a varias universidades alemanas, Gottingen y luego Stuttgart, también sin éxito; reside con frecuencia en Milán en casa de sus padres, cuya situación afortunadamente se ha recuperado; en la primavera de 1901 esta en casa de ellos intentando en vano colocarse en Italia, (país donde no hay al menos, antisemitismo, comenta el mismo), contando con el apoyo de Michele Besso (a quien había conocido en Munich el año 1897 en casa de una música y que seguiría siendo su amigo mas fiel hasta su muerte, producida un mes antes de morir Einstein).

Entretanto, en marzo de 1901 ha publicado en Annalen der Physik su primera memoria sobre fenómenos de capilaridad; se la envía a Wilhelm Ostwald en Leipzig (iniciativa apoyada por una carta de su padre) y a Heike Kamerlingh Onnes en Leyden, señalando que esta buscando algún puesto: al parecer, no hubo respuesta alguna. Finalmente, acepta con alivio una plaza de profesor de matemática sustituyendo a un titular que había sido llamado a filas (obligación de la que él es dispensado a causa de sus pies planos); este motivo lo lleva, en Mayo de 1901, tras ocho meses de paro sin mas recursos personales que lo conseguido con clases particulares, a la escuela técnica de Winterthur. Una vez más, el empleo le dura poco. Sin embargo, poco tiempo antes se había encendido un rayo de esperanza gracias a  Marcel Grosssmann, cuyo padre ha recomendado a Einstein al director de la oficina de Patentes de  Berna para cuando quede alguna plaza vacante; pero no hay nada seguro.

Se podría pensar que, para un muchacho al que le gusta alardear de cierto desprecio hacia las convenciones sociales (a veces el mismo se presenta, no sin agrado, como un “bohemio” o un ‘vagabundo”), esta situación de espera no debería resultarle incomoda, pero si pensamos que el vagabundo estaba lo bastante enamorado y se sabia lo bastante amado como para querer casarse, comprenderemos que la situación empezaba a molestarle. En efecto, los amantes estaban separados la mayor parte del tiempo y la familia de Albert, de la que todavía dependía y a al que sentía muy unido por solidos lazos afectivos, se ponía a este proyecto; en particular, la correspondencia revela que la hostilidad de Pauline la madre de Albert, poco apreciable en el primer momento, se declaro con violencia al conocer ella los proyectos conyugales de su hijo.

Fue una verdadera escena que Albert relata, no sin humor, en una carta a Mileva fechada en julio de 1900 (la madre, la hija y el hijo estaban entonces de vacaciones en Melchtal, en la Suiza central), la recriminaciones que Albert tiene que aguantar son bastante significativas: según su madre, Mileva no sabrá llevar la casa; si tienen niños, será el quien se ocupara de ellos, y añade: “Cuando tu tengas treinta años ella será una vieja bruja”.

Es un libro, como tu - ¡Pero lo que a ti te hace falta es una mujer, no un libro!  A todas luces, Pauline Einstein no perdonaba a Mileva ser una “intelectual”, tal vez también le reprochaba el que cojeara y el venir desde demasiado lejos al Este. En los años siguientes, las relaciones entre Albert y su madre (a pesar del optimismo del que a veces da pruebas para tranquilizar a Mileva, quien por carácter sin duda inquieto y sombrío parecía poco dispuesta a adaptarse a semejante situación) no se llegaron a distender realmente más que cuando hablaban de otras cosas o tocaban algo de música.

Por otra parte, Albert ve estas reticencias, compartidas en menor medida por su padre, no tanto como una oposición personal sino como la expresión de una cierta idea del matrimonio que no es la suya, según la cual la mujer es un lujo para el hombre afortunado, es decir, una prostituta favorecida por un compromiso mas duradero. Esta idea puede ser buena para el común de los mortales, para quienes los sentimientos dominan a los sentimientos; pero para Mileva y él las cosas son distintas: su alegría de vivir se extiende hasta el infinito.

Su nombramiento en Winterthur le supuso a Albert un verdadero alivio, razón de mas porque, al venir de Milán antes de tomar posesión, se reunió con Mileva en Como (Italia), los primeros días de Mayo de 1901; recorrieron el lago en barca y cruzaron a pie el puerto de Splugen (Siuza) cubierto de nieve: unos fugaces momentos de felicidad muy apreciados por uno y otro.

En Winterthur, donde residirá hasta Julio de 1901, Albert se adapta bien a sus tareas de enseñanza. Ha recuperado su confianza, pero sigue buscando el modo de consolidar su futuro aun cuando cosecha algunos fracasos, como su candidatura a una escuela técnica en Burgsdorf; el asunto de la oficina de patentes esta todavía pendiente, pero la urgencia se acentúa, pues Mileva está embarazada, enseguida se ponen de acuerdo que la niña se llamara Lieserl. En cualquier caso, Albert esta ahora decidido a aceptar cualquier empleo para poder casarse; evidentemente, Mileva se siente feliz por este gesto tan decidido, pero se revela ante la idea que pudiera aceptar un trabajo indigno de él. En efecto, ella esta en mejor posición que nadie para apreciar la importancia de lo que Einstein prepara. Sabe que trabaja sin descanso, comunicándole sin cesar sus nuevas ideas en múltiples dominios de la física, teniéndola al corriente de sus éxitos y de sus decepciones.

 Mientras tanto, la vida errante continua, separándoles siempre salvo breves y furtivos encuentros (lo que permite al historiador disponer de su correspondencia). Tras pasar unos días con su madre y su hermana en Mettmenstetten, cerca de Zúrich, durante los cuales cree, equivocadamente que su madre se había resignado, y recibe, posiblemente, una actitud comprensiva por parte de su hermana, a partir del 15 de setiembre de 1901 Albert se encuentra con Schaffhausen, trabajando como preceptor de matemáticas para un tal doctor Nuschke, con la misión de preparar la madurez a un joven ingles llamado Louis Cahen; nos falta espacio para aquí exponer las quejas de Einstein contra Nuschke, aunque lo que le cuenta a Mileva sea algo típico de su estilo, donde la indignación y el humor se unen compensan, terminando su relato con un “viva la desfachatez“ muy einsteiniano.

A finales de Diciembre se entera que, gracias a Grossmann, va a conseguir un puesto como experto técnico de tercera clase en la Oficina de patentes de Berna, con un sueldo de 3500 Francos Suizos.

Triunfalmente se lo anuncia a Mileva, que ha vuelto a casa de sus padres, pues esta persuadido que les permitirá vivir decorosamente en Berna, no tardara en dejar plantado a Nuschke, pues su alumno ya no esta en Schaffhausen. Se instala en Berna, donde no tomara posesión hasta el mes de Junio, viviendo mientras tanto de clases particulares conseguidas a través de un anuncio en un diario de la ciudad. Gracias a este anuncio conocerá a Maurice Solovine, de origen rumano, que llegara a ser su amigo y a quien, mucho mas tarde, reservara en exclusividad la traducción francesa de sus obras.

Es en Berna, donde se entera, en los primeros días de Enero de 1902, del nacimiento de Lieserl, de quien la historia pierde inmediatamente la pista. Mileva viene sola a reunirse con él en Berna, pero el matrimonio no va a seguir de inmediato a este regreso. En contra de lo que esperaba Albert, Pauline Einstein no ha perdido en modo alguno su hostilidad contra Mileva, quien en una carta escrita a finales de Noviembre de 1901 a una amiga, se muestra aterrada de que su futura suegra haya escrito a sus padres para quejarse de ella; en una carta de febrero de 1902 a Pauline Winteler, Pauline Einstein confiesa que Mileva le resulta francamente antipática y que no está dispuesta a oír hablar de noviazgo entre su hijo y ella (una alusión parece indicar que Maja podía haber defendido la causa de Albert ante los Winteler). En cualquier caso, la boda fue aplazada.

En otoño, Hermann Einstein sufrió una crisis cardiaca gravísima; poco antes de morir, dio a Albert, quien había acudido a Milán para reunirse con el, su consentimiento para la boda, que se celebro el 6 de Enero de 1903.

Desde entonces, instalado por fin según sus deseos, el pequeño ingeniero esta en camino de convertirse en un gran físico, pues a lo largo de estos difíciles años ya ha realizado un trabajo creador cuya amplitud y riqueza no le han permitido, hasta este momento, encontrar ni una expresión definitiva ni tan siquiera un esquema bien perfilado.

Durante este periodo su curiosidad se ha ido extendiendo en todos los campos de la física, al amenos a todos aquellos que llamaban la atención de los sabios contemporáneos y que se ocupaban de la estructura fundamental de la materia, como las fuerzas moleculares, la naturaleza del éter, el movimiento de los cuerpos ponderables respecto al éter.(Einstein ya dudaba de que estas palabras tuvieran sentido físico y planeaba poner a punto un ensayo sobre la relatividad del movimiento) los efectos térmicos de la electricidad, los calores específicos y su relación con las leyes de la radiación. Profundamente interesado por las investigaciones de Drude sobre la teoría electrónica de  metales, se sintió defraudado por la respuesta que recibieron sus objeciones; le pareció admirable la memoria de Leonard sobre la producción de rayos catódicos por luz ultravioleta, y descubrió la química – física gracias a Ostwald.

A todas luces, su propia riqueza le suponía un obstáculo, pues durante unos cuantos años esta acumulación de conocimientos y esta ebullición de ideas no le sirvieron para acabar una disertación doctoral (trabajo que los estudiantes que salían de ETH debían presentar a algún profesor de la Universidad de Zúrich para obtener el doctorado). Al conseguir su diploma se había matriculado con Weber, probablemente para realizar un trabajo sobre termoelectricidad; pero como estaba convencido de que Weber ponía obstáculos a su carrera, le dejo y cambio también de tema, escribiendo una disertación sobre fuerzas moleculares que envió a otro profesor, Alfred Kleiner, para retirarla finalmente (no sin hacerse devolver la elevada tasa de inscripción). Una carta a Mileva parece indicar que había decidido retirarla por consejo de Kleiner.

Cuando tres años más tarde, y con el mismo Kleiner, defienda su tesis, esta no será sino el mas pequeño cohete dentro de unos magníficos fuegos artificiales.

(Fin parte II)

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