abril 03, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte V)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

BERLIN (1914-1933)

Años de Guerra
Entre su instalación en Berlín en la primavera de 1914, que marca el final del confort zuriques, y la publicación de los resultados de la expedición de Eddington, en el otoño de 1919, que anuncia la gloria, transcurren los cinco años mas tensos de la vida privada de Einstein y los mas fecundos de su carrera científica; el contraste es tan chocante que cabe preguntarse como un hombre sometido a tan pesadas pruebas físicas y morales pudo finalizar con éxito un trabajo intelectual tan importante.

El compromiso de la vida del conocimiento, que siempre fue el propósito esencial de Einstein, encuentra en este periodo su realización mas completa.

La estancia en Praga había provocado, o revelado, grietas en la relación entre los felices amantes de 1903; la “incompatibilidad de caracteres” que cinco años mas tarde reconocería el tribunal que dicto el divorcio entre Albert y Mileva se manifestó allí probablemente con mayor nitidez que el clima cálido de Zurich, donde tantos amigos conocían y frecuentaban a los Einstein desde el principio de su unión. De hecho, el regreso a Zurich produjo una distensión, pero el traslado a Berlín  no podía sino destruirla, tan hostil a ella era Mileva; el desencadenamiento de la guerra transformó las desavenencias en ruptura.

Los biógrafos de Einstein no son muy prolijos acerca de las virtudes y encantos de Mileva, y no ocultaban lo que su carácter tenía de taciturno y sombrío, que contrastaba con la exuberancia y alegría de Einstein. El único biógrafo, hasta hoy, de Mileva insiste en sus excepcionales aptitudes científicas, en su ánimo ante las tareas del hogar, en la firmeza de carácter, que se enfrenta a una cierta indecisión de su marido, casi rozando la debilidad; ella no solo le habría aportado una importante ayuda “técnica” en sus investigaciones, sino que le habría apoyado en la constancia y continuidad de  su trayectoria científica; este segundo punto es indiscutible, al menos en el momento actual, ya que justamente cuando Mileva ya no era para él más obstinado y más eficaz que nunca en la realización de sus propósitos.

Hacia el 20 de marzo de 1914 Einstein abandona Zurich y se traslada a Berlín, donde Mileva se reunirá con él después de pasar tres semanas en Locarno, donde Tete (apodo de su segundo hijo, Edouard), que tiene cuatro años, se repone de una grave tos ferina; Hans Albert, que tiene diez años, conoce la escuela alemana, que le encanta tanto como a su padre veinticinco años atrás. En Julio, Mileva vuelve de vacaciones a Suiza con los niños; la guerra estaba el 1ro de Agosto y la familia no volverá nunca más a Berlín. ¿Quién ha decidido verdaderamente esta separación? Einstein ha escrito explícitamente que, dadas las circunstancias, era preferible dejar a los niños en Zurich, por otra parte no hay ninguna indicación de que Mileva insistiera de verdad en volver a Berlín; quizá su deseo y su esperanza eran que Einstein volvería por sí mismo algún día a vivir con ella (su reputación por entonces era tan grande que hubiera podido conseguir que le nombrasen donde quisiera, especialmente en Zurich, donde sus amigos ocupaban puestos importantes). Pero  es poco probable que esta esperanza fuera compartida en algún momento.

En cualquier caso, al principio de su estancia en Berlín, Einstein se adapta bastante bien a este nuevo modo de vida, que le ofrecen mejores condiciones de trabajo; además, no está solo en Berlín, donde tal vez no haya venido por razones puramente académicas. En efecto, allí vuelve a encontrar a algunos parientes: su tío Rudolf, primo de su padre, y su hija Elsa, con la que Albert también está emparentado por sus madres hermanas entre sí. Elsa, de cuarenta años, divorciada, vive en casa de sus padres con sus dos hijas, Ilse y Margot, que tienen respectivamente diecisiete y quince años. Elsa es para Einstein una amiga de la infancia muy simpática. El tío Rudolf es rico y la familia soporta bien las difíciles condiciones materiales de la Alemania en guerra. Muy pronto, para un Albert solo y enfermo, Elsa va a pasar simplemente caritativa a convertirse en indispensable. Desanka Trbuhovic-Gjuric sugiere que, como complemento a estos buenos oficios, él se vio sometido a una presión constante de la familia de Rudolf para divorciarse de Mileva, lo que resulta muy verosímil habida cuenta de la hostilidad de su madre Pauline hacia Mileva, algo que además confirma un fragmento de una carta a Besso.

Sin embargo, Einstein también tuvo en Zurich amigos muy fieles cuya opinión no va dirigida en el mismo sentido: Besso, que vuelve en 1915, y el doctor Zangger, que sigue siendo profesor en la Universidad, se ocupan mucho de la familia de Albert y le tienen al corriente, pero precisamente por eso le recuerdan sin cesar sus deberes hacia ella. Lo que ante todo le preocupa es la actitud del mayor, con quien, por consejos de Besso, intenta establecer una relación epistolar sin gran éxito, al menos al principio.

Como el año anterior, en la Pascua de 1916 él está en Zurich, pero el efecto de Mileva de esta visita es desastroso, sin duda por que le anuncia su intención de divorciarse; cae enferma, sufriendo diversos males. Se ve obligada a pasar temporadas en una clínica y ya no puede ocuparse de forma regular de sus hijos. Un malentendido habido en su correspondencia con Besso indica el malestar que siente Einstein ante ésta situación: Anna, la mujer de Besso, le reprende en un post scriptum. Él cree que la reprimenda procede del propio Besso y se indigna porque Mileva les está enredando…

Un poco mas tarde, teme que los sentimiento hacia él de su hijo Hans Albert, que ya no le escribe, hayan caído “por debajo del punto de congelación”; a pesar de recibir noticias de su mejoría, cree ver en los síntomas de Mileva señales de una “tuberculosis cerebral”. Parece que piensa en un próximo desenlace fatal. En cualquier caso, está tan impresionado que el 6 de Setiembre de 1916 le anuncia a Besso que “no importunará mas a Mileva con el divorcio”, que “la batalla con su familia ha terminado”,  que “ha aprendido a resistirse a las lágrimas”, un viaje a Leyden le brinda unos días de tranquilidad y satisfacción: Lorentz y Ehrenfest no solo son para él unos interlocutores, sino también son sus amigos con los que está de acuerdo en cuestiones políticas y morales. El 31 de Octubre, al recibir una carta de Zangger con mejores noticias, afirma a Besso que no quiere que su mujer se inquiete mas por él: ha “renunciado definitivamente al divorcio”. Y, en una carta varios meses mas tarde, declara  que de ninguna forma va él hacerse cargo de Hans Albert en contra de la opinión de su madre. 

Pero al empezar 1917 Einstein cae, a su vez, enfermo; padece cálculos biliares y pospone hasta el verano su próxima visita a Suiza; no por ello deja de preocuparse de su familia, en especial por el pequeño, sin precisar porque (el futuro justificaría de sobra estas inquietudes). El atribuye su estado enfermizo a la supuesta tuberculosis de su mujer; se sigue preocupando por la educación del mayor y piensa ocuparse de ella personalmente.
Un mes después, se felicita por Hans Albert disfruta del “sano clima “de Zurich, y piensa confiárselo a su hermana Maja, ahora casada con Paul Winteler en Lucerna.

En su correspondencia empiezan  aparecer referencias a sus preocupaciones financieras; la enfermedad de Mileva y el mantenimiento de los niños cuestan caro; debido a las restricciones impuestas por la guerra (y también, sin duda, por que la moneda alemana se devalúa), le han sido suprimidas algunas de las ventajas de las que se beneficiaba; renuncia a hacer la cura en Tarasp, en Egandino, que le habían aconsejado Zangger y su médico de Berlín.

Sin embargo, en el verano de 1917 irá a Suiza: Zurich, Arosa, donde lleva a Hans Albert, luego a casa de Maja en Lucerna, donde reside su madre, luego a casa de Besso en Zurich; a primeros de setiembre está de nuevo en Alemania y anuncia a Besso que sus mudanzas se han acabado: viene a instalarse al lado de Elsa y de lo que en una carta a Lorentz llama su “familia de aquí”, un cambio indispensable, pues su salud no mejora: tiene una úlcera de estómago y se ve obligado a quedarse en la cama durante largos periodos, sobre todo en invierno por la falta de calefacción.

Las dificultades financieras tampoco disminuyen. La carga familiar es bastante pesada, y hay que devolver a Zangger los considerables gastos de los que se ha hecho cargo. Einstein hace cuentas de todo lo que ha enviado el año anterior a su familia: es “un tornillo sin fin”. En una carta a Besso (5 de Enero de 1918), con un tono bastante seco, marca los límites que no rebasará.

La enfermedad, al mismo tiempo que le ata a Elsa, hace que desaparezcan los escrúpulos y dudas que le quedaban, desde entonces el divorcio es seguro. El 23 de Junio de 1918 Einstein escribe a Besso en tono tranquilo sobre el “contrato”, que regulará lo que le debe corresponder a Mileva; menciona el “hipotético” premio Nobel y se habla de lo que Mileva recibirá a la muerte de Einstein; la salud mejora y Elsa (que es mencionada por primera vez en la correspondencia a Besso) le “prepara infatigablemente cada tres horas su comida para aves de corral”.

A pesar del placer que le produciría volver a ver a sus hijos, apenas tiene prisa por volver a Zurich, pero en el verano de 1918 se entera de que sus amigos han conseguido que le inviten a dar clases a la vez en la universidad y en la ETH; la propuesta lo tienta, escribe a Besso (pues se siente “muy ligado” a Zurich).

Pero tiene escrúpulos de dejar Berlín, donde ha entablado excelentes relaciones, en especial con Planck, y donde la comprensión de sus colegas ha favorecido el desarrollo de su trabajo: además, “graves dificultades personales” le esperan en Suiza sí vuelve.

Finalmente acepta dar un ciclo de conferencias que empezó en el invierno de 1919 y que tuvieron un gran éxito. Divorciado de Mileva el 14 de Febrero (efectivamente, ella recibió el dinero del premio Nobel que tuvo en 1922), iba no obstante a verla y a tocar algo de música con ella y sus hijos (el pequeño era muy buen pianista), en una atmósfera aparentemente bastante distendida en contra de lo que se temía; incluso en una de éstas ocasiones una amiga pintora de Mileva le hizo un retrato. Se casó con Elsa el 2 de Junio de 1919. Mileva recibió la noticia sin sorpresa ni reacción particular, en cambio Hans Albert la recibió muy mal, lo mismo que el que su padre no aprobará su elección de una carrera de Ingeniería; su hostilidad duraría mucho. La expresó con especial violencia cuando su padre recibió el premio Nobel; la distensión no llegaría hasta más tarde. Por el contrario, el pequeño, Edouard, apodado Tete, dio siempre testimonio de un vivo afecto por su padre salvo en sus crisis de demencia, cada vez mas frecuentes en el curso de los años.

Sin embargo, estos problemas de conciencia y estas miserias físicas pertenecen a la cara oculta de un astro que sube hacia su apogeo; muy pronto Einstein va a convertirse, volens nolens, en una figura pública, y se le va a pedir que se pronuncie sobre las desgracias y esperanzas del mundo. Hasta ahora no ha manifestado ninguna opinión bien definida sobre cuestiones políticas o morales (en 1909 no fue Adler quien lo convirtió en socialdemócrata, sino al contrario, fue él quien intentó retenerle para la física); el desencadenamiento del conflicto, del que se enteró con consternación, le condujo a su primera toma de postura en público, y lo hizo con una filosofía que sería siempre suya: el rechazo de la guerra, de  la intolerancia y del nacionalismo, los cuales, como esta viendo todos los días (y constatan varias cartas de la época), pervierten a una gente que sin ellos seguiría llena de razón y de humanidad.

En respuesta a las protestas elevadas contra la violación de la neutralidad de Bélgica, un manifiesto al mundo civilizado, firmando por noventa y tres intelectuales alemanes (de donde forma el nombre con el que es generalmente citado), publicado en 1914, afirmaba que la responsabilidad del conflicto era de los aliados, de quienes se avergonzaban por haber lanzado “a negros y mongoles sobre la raza blanca” y justificaba las acciones del ejército alemán por la necesidad de defender la cultura (después algunos firmantes se volverían atrás, entre ellos Max Planck, de quien sugiere Einstein en una carta a Lorentz que había firmado el texto sin leerlo).

En respuesta y sin referirse directamente a Alemania un profesor de Medicina, Georg Friendrich Nicolai, escribió un manifiesto a los europeos donde, deplorando que artistas y sabios no hubieran sabido pronunciar palabras de paz, invitaba, con argumento que ochenta años mas tarde parecen evidentes, a unirse entre si los pueblos de una “península europea” tan empequeñecida por el progreso técnico que corre el riesgo deber a sus Estados, apretados unos contra otros, sufrir la triste suerte de las ciudades griegas. El manifiesto de Nicolai recogió, a parte de la suya, tres firmas, entre ellas las de Einstein, quien tal vez colaboró en su redacción; no fue publicado hasta más tarde, en un libro de Nicolai editado en Zurich.

Algunas semanas después, Einstein se afiliaba a la Bund neues, vaterland cuyo objetivo era oponerse a la política de hegemonía de Alemania en Europa. Gracias a esta asociación supo de la existencia de Romain Rolland, se reunió con él en Vevey el 16 de Setiembre de 1915, en compañía de Zangger, y mantuvo correspondencia con él hasta 1937.

En 1915 escribió para el Berliner Goethesbund, que sólo le publicó en parte, una profesión de fé pacifista donde la guerra es descrita como una manifestación de la agresividad primitiva que toda civilización posee, siendo para ella patriotismo y “honor” simples excusas inaceptables.

En Noviembre de 1918, con un entusiasmo y optimismo raros en él ante los acontecimientos del mundo, Einstein recibió la noticia de la revolución en Alemania; veía definitivamente destruido al militarismo prusiano y a Alemania abriéndose hacia un porvenir democrático del que entonces se sintió mas cerca de lo que nunca había estado ni tampoco volvería a estar; él mismo tomó parte personalmente en los acontecimientos de una forma que no deja de ser bastante significativa: un “consejo de estudiantes” había secuestrado al rector de la universidad de Berlín y sus adjuntos; conocidos por sus simpatías izquierdistas, sus colegas eligieron a Einstein junto con Max Born y el sicólogo Max Wetheimer, para tratar de negociar, reconocido y admitido en la sesión del consejo, tomo la palabra pero lo que dijo, sólo gustó a medias: puso en guardia a sus interlocutores contra la sustitución de la tiranía justamente abolida por una nueva tiranía incapaz de respetar las reglas estrictas de la democracia; por otro lado, según lo que Born recuerda de sus propuestas, aconseja a los estudiantes que no restringieran las libertades académicas reconocidas, especialmente la de que los estudiantes eligieran con bastante libertad la enseñanzas que deseaban seguir…Finalmente, Albert y sus colegas debieron, no sin esfuerzo y con ayuda de la fama de Albert, abriese paso hasta el canciller Ebert que tomó el asunto en sus manos.

Durante esto años de guerra, la actividad de Einstein como hombre público jugo un papel modesto en su vida comparado con lo que llegaría a ser, en cambio, las preocupaciones familiares ya no le iban a molestar en la misma medida. Ciertamente, Elsa fue una esposa discreta y atenta capaz de ocuparse convenientemente y agradablemente de los contactos del gran hombre con un entorno mundano cada vez más insistente, pues, como él mismo diría en una carta Max Born tras la muerte de Elsa, acaecida en 1936, ella estaba más ligada con él a los seres humanos. En cambio, a diferencia de Mileva, el conocimiento de las leyes de la naturaleza no parece que nunca le haya interesado mucho.

En cuanto a la actividad del sabio, durante estos años difíciles alcanza un grado de intensidad y un nivel de felicidad que nunca volvería a encontrar. Nuevo paso adelante en la teoría de los cuantos; inclusión conceptual y formal de la teoría relativista de la gravitación; confirmación mas que observación; invención, a partir de la teoría de la relatividad, de una cosmología de un tipo nuevo; exploración hipotética de un fenómeno desconocido, las ondas de gravitación: tal era, en el mes de Noviembre de 1919, el balance indiscutible de estos cinco años.

Itinerario relativista: 1907-1918
Entre 1907 y 1919, los avatares de la vida personal de nuestro pensador y las etapas y vueltas de su itinerario heurística se enredan de tal forma que no resulta posible ni presentarlos de forma separada ni siquiera jalonarlos con los mismos hitos.

Reservando para nuestra segunda parte el examen mas sistemático de la larga y difícil génesis de la teoría  la relatividad  general, a lo que en este momento si estamos obligados, corriendo el riesgo de repetirnos en algunas cosas, es a señalar sus principales momentos, pues sus circunstancias le dieron una verdadera importancia biográfica. Ello nos obliga a volver un poco hacia atrás.

En 1907, cuando todavía se encontraba en Berna, en la última parte de un artículo sobre Él principio de relatividad y sus consecuencias”, Einstein había planteado la base de lo que llegaría a ser la teoría de la relatividad general o, como se suele decir, ahora de forma mas exacta, la teoría relativista de la gravitación. Esta base es el principio de equivalencia (entre campo de gravitación y aceleración), es decir, limitándonos por el momento a un enunciado simplificado, el principio según el cual si un sistema físico es acelerado uniformemente respecto a un sistema inercial (en el sentido de la relatividad restringida), podemos también describirlo como si estuviera en reposo, pero sometido a un campo de gravitación homogéneo dirigido en el sentido contrario a la aceleración que tiene en la primera descripción.          
  
Fue, escribiría Einstein mas tarde, la mejor idea que tuvo en su vida, sin duda por que asociaba dos conceptos aparentemente sin relación entre uno y otro: el de una “fuerza” aparentemente “real” y “absoluta” y el de la relatividad del movimiento, noción que parecía mas ligada al modo de percepción de las cosas que a sus propiedades “objetivas”; la idea le vino, decía el mismo, en su oficina de Berna cuando reflexionaba acerca de lo que vería un observador en caída libre en un campo de gravitación homogéneo (en situación de ingravidez”, como gusta decir ahora).

El esbozo de la teoría, todavía muy esquemática, que construyó a partir de ahí le permitió deducir dos consecuencias que mas tarde le brindarían la posibilidad de controlar experimentalmente la teoría completa: 1. Un reloj situado en reposo en un campo gravitatorio debe retrasarse-en función del campo-respecto a un reloj idéntico en el espacio libre. 2. Los rayos luminosos transversales respecto a la dirección del campo de gravitación deben estar curvados. Einstein ya pensaba en la verificación experimental de 1, analizando el espectro de luz emitida por la superficie del sol (en efecto, una raya espectral es en cierto modo un reloj); en cambio, no veía ninguna posibilidad de verificación para 2, pues, aparentemente, entonces no pensaba mas que en medidas terrestres; en realidad, el efecto 2 iba a ser observado en primer lugar, tras una serie de retrasos que finalmente contribuyeron a hacer que la verificación fuera mas espectacular. En cuanto al tercer efecto, la causa de la componente del movimiento secular del perihelio de Mercurio, desde largo tiempo conocida y siempre inexplicada, empezó a pensar en él un poco mas tarde pero sin saber todavía como explicarlo.

Pero hasta 1911 Einstein no reemprendió el examen del problema de la gravitación siguiendo la línea marcada por sus resultados de 1907; el retraso es explicable si recordamos las obligaciones a las que se vio sometido en aquella época, las circunstancias de su nombramiento en Zurich, mas tarde en Praga y el interés dominante que por aquel entonces otorgaba a la teoría de los cuantos.

En este trabajo de 1911, Einstein continuó laborando la teoría de gravitación esbozada en 1907, esencialmente sobre las mismas bases, pero ahora obteniendo un resultado numérico preciso: para la luz de una estrella que rozara la superficie del sol, él encontraba una desviación de 0,83’; sin que él lo supiera estaba a una centésima de segundo del resultado obtenido aplicando la ley de gravitación newtoniana.

Einstein hacía entonces una llamada a los astrónomos para verificar esta consecuencia de la nueva teoría; sin embargo, las consecuencias hicieron que la llamada quedara sin efecto, o al menos sin respuesta, hasta 1919: la posibilidad de observar la desviación prevista implica un eclipse total de sol (para que las estrellas sean visibles en el borde del astro), fenómeno que solo se produce en raras ocasiones para latitudes bastante bajas. En el verano de 1914 había preparado una expedición alemana para Crimea, pero el jefe de la expedición, Erwin Freunddlich, “mi bravo astrónomo” que dice Einstein en una carta a Ehrenfest, fue hecho prisionero en el frente ruso. Einstein quedó consternado tanto por Freunddlich- quien sin embargo, terminaría su vida cincuenta años mas tarde en escocia- como por la teoría, cuya reputación, paradójicamente salió en realidad beneficiada con este retraso; en efecto, la teoría definitiva debía conducir a un resultado numérico sensiblemente diferente (en razón de la curvatura del espacio que ella misma implica, no supuesta en a aproximación de 1911): casi el doble, 1,74’, que es también, hasta donde sabemos, el valor real.

Si las medidas hubieran podido ser hechas en 1914, el valor propuesto entonces por Einstein, acorde con las previsiones newtonianas, habría sido desmentido y los valores anunciados ulteriormente, una vez finalizada la teoría, habrían podido pasar por el resultado de una manipulación ad hoc. Al contrario, lo que quedo confirmado en 1919 con una precisión sorprendente fue el valor surgido de la teoría relativista definitiva antes de toda observación; además, los resultados obtenidos por los astrónomos fueron publicados en unas circunstancias tales que la probabilidad de hacer de ello un “acontecimiento” era total.

Aún faltaba mucho para todo esto, pero el artículo de 1911 produjo un efecto notable: Einstein ya no era el único que se preocupaba acerca de la relación entre las leyes de la gravitación y; a teoría de la relatividad. En le curso del año de 1912, tres físicos, continuando en líneas divergentes con la investigación inaugurada por esta memoria, llegaban a resultados incompatibles: Max Abraham, bien conocido por Einstein, el finlandés Gunnar Nordström y Gustav Mie. Abraham, con quien Einstein mantuvo en 1912 una controversia bastante viva, admitía la variación de la velocidad de la luz, según el potencial gravitatorio y cuestionaba la teoría de la relatividad restringida. Nordström por el contrario, mantenía la constancia de la velocidad de la luz, pero hacía depender a la inercia de los cuerpos del campo gravitatorio en el que se encontraran; por otra parte, su teoría excluía la desviación de los rayos luminosos. Mie mantenía la constancia de la velocidad de la luz, pero eliminaba el principio de equivalencia.

Cuando, en el congreso anual de naturalistas y médicos alemanes celebrado en el mes de Setiembre de 1913 en Viena, Einstein fue encargado de analizar el estado de las teorías de gravitación, no sólo tuvo que presentar la nueva versión de la suya, que acababa de elaborar con Marcel Grossmann, sino también tuvo que discutir las de sus “competidores”, era algo que aparentemente le estimulaba tanto mas dado que el estado su propia investigación todavía no le dejaba totalmente satisfecho; de hecho, sólo estaba verdaderamente interesado por la teoría de Nordström, que a su juicio conservaba lo esencial.

Pero, entretanto, en su colaboración con Marcel Grossmann había llegado a una nueva etapa importante, la penúltima de su camino; según muestra el examen cronológico preciso de los documentos disponibles realizado por País fue en las últimas semanas de su estancia en Praga, fin de Julio-principio de Agosto de 1912, cuando Einstein tomó conciencia clara de que la conclusión de su teoría de la gravitación implicaba poner en acción una geometría métrica mas general que la geometría euclídea, al no poder mantener mas tiempo su interpretación física simple de las coordenadas de espacio y tiempo (mediante las cuales se articula la conexión entre los símbolos matemáticos y los resultados de las medidas). Pero ello suponía extender su buen hacer matemático a un dominio que no le resultaba nada familiar. Como justamente volvía a Zurich, le resultó natural pedir ayuda y consejo a Marcel Grossmann, viejo compañero, amigo fiel y matemático distinguido.

Grossmann no se limitó a los consejos y a la exploración matemática pedida por Einstein; puso maños a la obra y el resultado de su colaboración fue un trabajo común cuya parte matemática redacto Grossmann, escribiendo Einstein la parte física. La teoría en él expuesta todavía no es definitiva. Pero su importancia histórica se debe a que asocia el conocimiento de los fenómenos mecánicos, incluidos los fenómenos gravitatorios, a los axiomas y teoremas de una estructura matemática del espacio-tiempo. Y eso precisamente fue y sigue siendo la originalidad esencial de la teoría relativista de la gravitación.

Einstein consiguió su objetivo en otoño de 1915, tras un trabajo de especial intensidad, en aquel clima tan particular del Berlín de la guerra, que para él consistía en tranquilidad académica, preocupaciones familiares y restricciones alimenticias atemperadas por los buenos cuidados de la prima Elsa. Es probable que raras veces en su vida quedara tan completa-ni tan justamente-satisfecho por el resultado de sus penas, como atestigua, entre muchas otras palabras de aquella época, este fragmento de la carta a Besso del 1ro de Diciembre de 1915. “Los sueños mas audaces  han sido ahora realizados. Covariancia general, movimiento del perihelio de mercurio maravillosamente exacto. Desde el punto de vista astronómico, este último es totalmente seguro….”

La exposición de la teoría en su forma prácticamente definitiva figura en tres artículos publicados en Noviembre de 1915, unos artículos  de los que el segundo contiene las ecuaciones del campo de gravitación (las “ecuaciones de Einstein”) y el tercero el cálculo del movimiento del perihelio de Mercurio y de la desviación de los rayos luminosos, para la que esta vez da el valor “exacto” de 1,7’. El conjunto fue considerado de forma sistemática en un artículo publicado en 1916 y que constituye el texto básico de la teoría de la relatividad general. En nuestra segunda parte realizamos un análisis sucinto de él.

El éxito de sus esfuerzos no incitó a Einstein al reposo; no solo iba a hacerle volver, desde 1917, a la teoría de los cuantos, que había recibido un nuevo impulso gracias a las ya célebres hipótesis de Bohr sobre la estructura del átomo. La formulación conseguida de la nueva ley de gravitación le permitió entonces ver con nuevos ojos un problema muy viejo: el del universo.

Como veremos, entraba  privilegiado que para él ya era Leyden, Einstein encontraba en Lorentz y Ehrenfest una especial caja de resonancia  cuyo eco se dejaba oír, pese al estruendo de los cañones, hasta en Cambridge; y ello no solo en lo referente al conjunto de la teoría sino incluso para esta nueva orientación cósmica que iba tomando. En Leyden estaba uno de los adeptos de la nueva teoría, Willem de Sitter, un astrónomo con quien Einstein se escribía desde el verano de 1916 y que inmediatamente se mostró interesado, y al mismo tiempo muy crítico, por la extensión cosmológica de la teoría de la relatividad.
Su correspondencia contiene ya en germen toda la futura cosmológica moderna.

Añadiremos que fue De Sitter quien dio  a conocer el progreso del trabajo de Einstein a Arthur Eddington, un astrónomo de Cambridge que muy pronto jugaría un papel capital en la historia de la teoría de la relatividad.

Todo esto nos lleva de nuevo a la biografía: una interferencia fortuita entre los movimientos de los astros, de los ejércitos y de los macrocosmos personales hizo del año 1919, decisivo en la vida privada de Einstein, el año de su gloria.

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