mayo 08, 2012

Albert Einstein: Un Hombre de su Tiempo (Parte VII)
Adaptado del Libro Albert Einstein: Vida, Obra y Filosofía de Jacques Merleau Ponty

Pacifismo militante
Si las fluctuaciones de la política Internacional finalmente le obligaron a tener una cierta flexibilidad, hay un punto en que la actitud de Einstein no varió, tendiendo incluso a endurecerse: el pacifismo; es importante señalarlo por que también en esto se iba a producir un vuelco espectacular mas adelante.

Nunca había ocultado sus convicciones, como demuestran, por ejemplo, su intervención  a favor de Nicolai (el autor del Manifiesto a los europeos de 1914), acusado por los nacionalistas en 1920, o su presencia, durante el turbulento periodo de 1923, en un mitin donde participaban pacifistas franceses.

Pero a partir de 1928, cuando ya se había comprometido con la empresa de cooperación intelectual, su actitud pacifista adquirió un nuevo carácter: ya no dudo en preconizar el rechazo al servicio militar, aparentemente por estar persuadido de que, dado el estado de las relaciones entre naciones, la diplomacia de los estados y las instituciones internacionales eran incapaces de  asegurar la paz.

Esto es lo que dijo, por ejemplo, en una breve y contundente elocución pronunciada, en el mes de Marzo de 1931, en un tren que lo conducía al este de estados Unidos, ante un grupo de pacifistas americanos; predicando el rechazo del servicio militar (en términos bastante marciales…), llamaba a sus oyentes a “un verdadero combate que traiga a los temperamentos fuertes […] lucha! Legal, pero una lucha por el verdadero derecho de los hombres contra los gobiernos en la medida en que éstos exigen de sus ciudadanos actos criminales”. 

Hasta la llegada de Hitler al poder, multiplicó su toma de postura en este sentido: declaraciones a la prensa de diversos países, mensaje de simpatía a las organizaciones pacifistas y de apoyo a pacifistas u objetores de conciencia (especialmente una carta a Masaryk en favor de un checoslovaco encarcelado).

Para él, rechazar en aquella época la participación de en acciones de guerra y, por consiguiente, rechazar el servicio militar, no sólo era algo legítimo, era un deber para el hombre consciente de los valores morales; a Hadamard, quien pese a ser pacifista le objeta que semejante actitud podría fomentar la agresión, Einstein le responde justificando extensamente su postura, pero admitiendo una restricción (que unos años mas tarde le permitiría escapar a la contradicción formal): “yo no me atrevería, dice, a predicar si restricciones de manera análoga ante una tribu africana, pues allí el paciente moriría mucho antes de que el tratamiento pudiera ser eficaz. Pero en Europa- a pesar de Mussolini la situación es diferente”. Su opinión no tardaría en cambiar por completo.

Para este demócrata pacifista que quería ser consecuente, la actitud a tomar ante la Unión Soviética era una fuente de problemas, e iba a seguir siéndole hasta el final. Incluía a Lenin entre los hombres que han sido “guardianes y renovadores de la conciencia de la humanidad”, y se oponía a todo intento de combatir desde el exterior a la revolución soviética; pero a parte de no sentir apenas interés por la filosofía marxista, no se hacía ilusiones sobre la evolución interna del régimen, rechazando por ejemplo firmar en 1932 un llamamiento de Barbusse que los quakqers también militaban por la paz.

Vida Científica
Después del estallido de 1919, la actividad pública del gran hombre ya no era comparable con lo que había sido durante los años de guerra, hasta el punto que podemos preguntarnos como podía hacerla compatible con el trabajo de investigación y de pensamiento. Indiscutiblemente lo hacía, pero también indiscutiblemente el carácter de este trabajo había cambiado. El lugar ocupado por la investigación sobre problemas físicos teóricos estrictamente definidos ya era el sitio casi exclusivo de antes. Ni entonces, ni en ningún momento posterior de su carrera, Einstein llegó a considerar, que su obra como físico estuviese acabada; todavía tenía muchas cosas que encontrar, pero ahora estaba seguro de haber concluido algo capital, y de haber aportado un Kmμα ειζ αει a la ciencia de la naturaleza. En adelante, con el consentimiento de todos, también iba a ejercer otra función dentro de la ciencia: para el inventor y poseedor de un saber teórico nuevo que, a petición de un público cuya naturaleza y dimensiones eran variables, él estaba encargado de dar a conocer, defender y desarrollar, ante todos sus contemporáneos, se había convertido en el responsable de ese bien común que era la teoría de la relatividad; si bien él no creía que su papel fuera el de profeta de una nueva fe racionalista, como algunos, ingenuamente, querían hacerle presentar, sin embrago en un cierto sentido lo asumía.

A parte de sus deberes académicos normales, aceptaba las invitaciones de numerosas universidades y sociedades científicas, a la vez que participaba en programas de enseñanza mas o menos “populares “como, por ejemplo, el curso de enseñanza superior de Davos en 1928 destinado a estudiantes hospitalizados en sanatorios, o la marxistische  Arbeitschule de Berlín en 1930; escribía en múltiples periodos y revistas.

Entonces aparecen en las publicaciones de Einstein algunos textos que en parte recogen temas de divulgación pero que, por su rigor, originalidad y contacto con lo real se sitúan más allá de toda divulgación, incluso la más lograda. No solo se trataba de acercar el saber “al alcance “de cada uno; era necesario basar todas las construcciones hipotético-deductivas de la física teórica sobre certezas racionales no solo referente a la naturaleza de las cosas, sino también a la definición de las vías por las que el saber humano accede a sus objetos. De esta exigencia salieron algunos textos de intención y valor filosófico con su doble pretensión de universalidad: su alcance debía situarse más allá de lo limites de la especialización científica y debían ser inteligentes para todo pensador en todo lugar.

Es cierto que en la obra de Einstein podemos encontrar textos de este tipo antes del gran momento de cambio de 1919, pero la mayoría fueron escritos y publicados después, o como mucho en 1918; en la tercera parte volveremos sobre algunos de estos textos, de los que la mayor parte se distribuye cronológicamente entre un “Dialogo sobre las objeciones opuestas a la teoría de la relatividad”, publicado en Noviembre de 1918 por la revista Die Naturwissenschaften y la autobiografía que figura en el volumen: Einstein, philosopber-Scientist de la colección “The Library of Living Philosophers” de P.A. Schilpp (1949).

Algunos de estos ensayos fueron escritos durante el periodo berlinés, por ejemplo “el éter y la teoría de la relatividad”, lección inaugural de su curso magistral en Leyden (1920) o “Geometría y experiencia” conferencia pronunciada con ocasión de una sesión pública de la Academia de Berlín en 1921; otros que mencionaremos posteriormente, fueron escritos en la época de Princeton.

La nueva situación creada por la finalización de la síntesis relativista tuvo también, evidentemente, consecuencias directas sobre el trabajo propiamente científico de Einstein; el sorprendente contraste entre el  éxito de sus investigaciones sobre la relatividad y la persistente incertidumbre en el dominio de los cuantos le apartaría poco a poco de esta ultima dirección. Finalmente, dejaría de jugar en este campo el papel de inventor para asumir el de un crítico escuchado y temido, pero estimulante por la profundidad y pertinencia de sus puntos de vista.

La ultima construcción constructiva de Einstein a la teoría de los cuantos data de 1924; interesado por el trabajo de un físico indio entonces completamente desconocido, Satyendranath Bose (trabajo que el hizo traducir y publicar en alemán), propuso una teoría cuántica del gas ideal cuya incidencia fue importante. Pero en los años siguientes, que fueron los de la invención de ;a mecánica cuántica en sus distintas formas, él se distancio del nuevo curso de las ideas; enjuiciándolo en líneas generales, repetía hasta la sociedad que las nuevas teorías no tenían para el mas valor que una descripción estadística, lo que no se correspondía ni con la idea que el tenia de la naturaleza de las cosas (“Dios no juega a los dados”) ni con la exigencia lógica de los principios e causalidad, que una ciencia digna de tal nombre debería satisfacer.

Él se esforzaba por dar una forma mas precisa y convincente a sus objeciones discutiendo, desde su interior, la estructura lógica de las teorías en vías de constitución y consolidación; esta nueva orientación se hizo evidente y determinante en 1927, cuando en el congreso Solvay de Bruselas, sin presentar por su parte ninguna comunicación, se opuso a Bohr en un sonoro debate, donde, con la ayuda de sutiles “experiencias de pensamiento” intentó refutar las hipótesis básicas de la nueva mecánica. A pesar del poco éxito que tuvo esta tentativa, su actitud no cambio y, tanto en diversas publicaciones como en su correspondencia, desde entonces publico la cuestión de los cuantos siempre con le mismo espíritu de critica lógica; mas tarde, en Princeton, daría una forma sistemática a sus ideas sobre este problema.

Así pues, despues de 1918, lo esencial del trabajo de investigación de Einstein se realiza principalmente dentro del marco general de la teoría de la relatividad, pero siguiendo dos direcciones diferentes; una se enmarca en la perspectiva de desarrollar, clarificar y explotar la doctrina teórica de la gravitación, y la otra va dirigida hacia la creación de una teoría general del campo físico capaz de englobar, en especial, a los fenómenos electromagnéticos; pero que sea conforme con los principios fundamentales sobre los que fue construida la teoría de la gravitación, con la esperanza de que, tras giros imprevisibles, la nueva teoría pudiera finalmente dar cuenta satisfactoriamente de todos los fenómenos que imponen la hipótesis del cuanto.

En la primera dirección (que mantiene la investigación dentro de la teoría conseguida), hay que mencionar un articulo sobre las ondas de gravitación (que, según la teoría deben propagar las variaciones del campo gravitatorio causadas por el movimiento de las masa fuente del campo), publicado al final de 1918 y cuyas previsiones tratan activamente de verificar de modo directo los astrofísicos de este fin de siglo tras haber obtenido una confirmación indirecta bastante convincente.

 Pero sin duda donde Einstein mas se preocupo por aplicar la teoría relativista de la gravitación a un problema que los progresos de la astronomía y de la astrofísica habían llevado, tras un siglo de eclipse, al primer plaño de la investigación sobre la naturaleza, fue dentro del dominio de la cosmología, el problema de la estructura y evolución del universo en su totalidad.

Su pensamiento sobre esta cuestión conoció variaciones importantes. Después de haber presentado la definición y una solución del problema cosmológico como la inclusión de su teoría de la gravitación (1917-1920), lo abandono para volver  sobre ello al final de su estancia en Berlín, que estuvo marcada por varios viajes a los Estados Unidos, aportando de nuevo importantes contribuciones a la discusión de este tipo de problemas (1931-32). En la tercera parte volveremos sobre estas importantes contribuciones de Einstein a este domino de investigación, al mismo tiempo muy antigua por su propia ambición y muy nuevo por las vías y medios de exploración en la época contemporánea.

Pero, después de 1919, y sobre todo a partir de 1925, él concedió una mayor importancia a la búsqueda de una teoría universal de los campos físicos, consagrándole sus esfuerzos más sostenidos, aunque no los más eficaces, con una tenacidad asombrosa.

Por otra parte, él no era el primero en intentar obtener una teoría unificada de la gravitación y del electromagnetismo refinando los métodos geométricos que llevaron al éxito de la teoría de la gravitación; desde 1918, en esta cuestión fue precedido por Hermann Weyl  (cuya tentativa seria remprendida un poco mas tarde por Eddington), y por Theodor Kalusa en 1921. Al principio Einstein, acogió con escepticismo estas tentativas, admirando el valor de su aparto matemático, pero dudando de su contenido físico; habrían de hecho dos posibles vías para alcanzar el mismo objetivo teórico, que coincidía con el de la filosofía relativista: enriquecer y diferenciar suficientemente la estructura del espacio-tiempo para distinguir en éste una nueva forma matemática susceptible de expresar la interacción electromagnética (así como la métrica del espacio-tiempo de Riemann expresa la interacción gravitatoria en la teoría conseguida). En uno de estos proyectos (el de kalusa), una dimensión suplementaria del espacio-tiempo aporta el elemento necesario para la generalización; en la otra, es la estructura métrica del espacio-tiempo cuatridimensional, que se supone es mas complejo.

En 1925, tras hacer un estudio crítico de las teorías propuestas, Einstein acometió en persona esta empresa (con colaboradores diversos) siguiendo múltiples tentativas en las dos direcciones, abandonadas y luego retomadas, a veces persuadido de que estaba llegando al final (Este seria el caso de una publicación de 1929), a veces desanimado y viéndose obligado a volver al punto de partida. Entre esta fecha y la de su madre no hay en su trabajo una verdadera discontinuidad, sino un juego incesante de ideas y venidas entre distintos proyectos (acompañadas de varios cambios de colaboradores).

Para una mayor comodidad en la presentación biográfica, hemos interrumpido en 1933, fecha de su partida para los Estados Unidos, la enumeración de las principales obras de Einstein posteriores a 1918; pero sete corte cronológico en realidad no tiene ningún significado intrínseco, pues su destino como pensador, por un lado, y su destino como hombre publico y privado, por otro, no evolucionaron en paralelo y con el mismo ritmo. Las vicisitudes de 1923, capitales en el primer caso, no tuvieron ninguna incidencia sobre el segundo; su unión, que hizo de los años 1918-1919 una época importante en los dos campos, no volvería ya a producirse.

Vida Privada
Pero en este periodo tan agitado de posguerra en Berlín, ¿Qué es del hombre privado oculto tras el ciudadano del mundo envuelto en los grandes debates políticos y sociales de su tiempo, tras el sabio que prosigue imperturbablemente un camino en que cada etapa decide la siguiente? En cierta medida, las tensiones del pasado persisten; el hijo mayor, Hans Albert, no ha apreciado la decisión de su padre, y no duda en hacérselo saber en términos bastante ásperos. Las relaciones con Edouard, de quien siempre su padre habla con mucho afecto, son fáciles, pero están irremediablemente entristecidas por la perspectiva de su imposible vuelta a la salud mental.

Al final, son Elsa y sus hijas que se casaran según su voluntad, quienes le van a asegurar el gran hombre una apacible vida familiar, amenazada, eso sí, por las incidencias de la celebridad (en sus cincuenta aniversario en 1929, Einstein tuvo que esconderse cuidadosamente de los entusiastas e indiscretos visitantes). La música de cámara sigue siendo su forma preferida de ocupar su tiempo libre, cuando lo tiene, y siempre fuma una pipa a pesar de los concejos de los médicos. No olvida el ejercicio físico, pero la navegación a vela por los lagos y ríos de los alrededores de Berlín ha suscitado a las excursiones montaneras de su juventud suiza.

Durante los últimos años de su vida en Berlín pudo dedicarse cómodamente a este deporte, pues era propietario de una casa en Caputh, al borde del Havel, la había comprado a su pesar: en efecto por su cincuenta aniversario, el ayuntamiento de Berlín quiso ofrecerle una morada dentro de su municipio y le rogó que escogiera una a su gusto, pero cuando ya la había elegido, los fondos habían desaparecido. Einstein compro la casa a sus expensas; cuando se marcho, los nazis se apoderaron de ella con el pretexto de buscar armas.

Estos años berlineses también estuvieron marcados por un grave problema de salud que, por lo demás, no dejo apenas rastro en la actividad del investigador y hombre publico fuera de estos dos años de guerra. En el invierno de 1928, habiéndose detenido en Zuoz, en Engadina, después de participar en un seminario de Davos, Einstein, siempre generoso, quiso ayudar a un viejo portero a cargar su equipaje; la dolencia que le produjo fue lo bastante grave como para imponerle una hospitalización, después obligarle a permanecer en cama, y finalmente a ralentizar su actividad  durante varios meses. Pero su recuperación fue completa; el placer de la navegación pudo retomar su curso y la crónica de los años siguientes no indica ningún episodio medico grave, a pesar del trabajo incesante, la actividad social siempre constante y las innumerables ocasiones de estrés.

 Durante su convalecencia, en el mes de Abril de 1928, Einstein contrató como secretaria a Helene Dukas, una paisana de Elsa, que le acompañaría a los estados unidos, permaneciendo junto a él hasta su muerte, y ocupándose de su casa tras la desaparición de Elsa. Encargada por el testamento del sabio (escrito en 1950) de cuidar, junto con el albacea testamento Otto Nathan, de los escritos del maestro, Helene Dukas se quedó en la casa de Princeton y pasó el resto de su existencia reuniendo, clasificando, transcribiendo y gestionando de múltiples maneras la enorme masa de documentos, publicados o no, que dejó Einstein.

mayo 03, 2012

El Enamoramiento

El enamoramiento es un estado de ánimo, un desencadenante de la experiencia amorosa. Dicha experiencia puede ser compartida o no por la otra persona; si ésta responde a nuestro deseo amoroso, es la vivencia del éxtasis, la magia. No parece haber barreras para los amantes, como si nada tuviera mayor sentido que ellos mismos.

Cuando, por el contrario, no existe una correspondencia, el deseo y la frustración continua generan un estado de tristeza profunda. Toda esa energía que genera el enamoramiento, al no encontrar respuesta, se vuelve contra uno mismo generando autodestrucción. Se pierde la alegría, el deseo de vivir, y uno se ve a sí mismo inferior, pensando cosas como: "... algo malo tendré para que no me quiera...; no soy lo suficientemente guapo/a, simpático/a...; nunca encontraré a nadie para mí...; no me volveré nunca a enamorar...". Hay que hacer una despedida interior, vivir el duelo y prepararse para una nueva apertura.

La persona enamorada puede sentir sensaciones de frío, calor, tener taquicardia, ponerse a temblar, enrojecer ante la presencia de la persona amada o con solo oír su nombre. Se vive con gran intensidad, pero también con gran inseguridad, llegando a sentir desde la alegría más absoluta a la tristeza más profunda por el miedo al abandono del ser amado.

El pensamiento se convierte en obsesivo, "...no puedo dejar de pensar en él/ella...". Se está pendiente de una palabra suya de afecto, de una sonrisa, una mirada, una llamada de teléfono..., para asegurarnos de que existe una correspondencia.

El comportamiento es compulsivo: impulso de frecuentar los lugares por donde pasa, hablar continuamente de él/ella, de sus características físicas, de su personalidad... Nos sentimos totalmente seducidos por esa persona, todo cuanto hace o dice es maravilloso. Tiene gracia, es inteligente, valor, honradez, coherencia...

El enamoramiento puede manifestarse bruscamente –es el flechazo– o como la transformación de una relación que se inició como amistosa.
Cuando estamos enamorados/as, se desea estar el máximo posible del tiempo con la persona amada, incorporarlo a nuestro mundo, a nuestra vida. Se busca contacto a través de la piel, la mirada, se busca su proximidad, sentir su energía.

Vivir el enamoramiento es como estar en otro mundo. Es vivir en la fantasía. No vemos al amado como es, sino que sólo vemos algunas de sus partes, aquellas que deseamos ver o que deseamos que tenga. Lo convertimos en la pareja ideal, interpretando su comportamiento en base a nuestras fantasías. En realidad nos imaginamos como es y nos lo creemos, a veces acertamos en algo, pero otras después de este período, incluso se llega a pensar: "...como me pude enamorar de esta persona, ...cómo no me di cuenta de como era, ... antes no era así..." Es la idealización del ser amado.

Todo cuanto hace o dice nos parece hermoso, no tiene defectos, incluso no entendemos como alguien puede verle alguno, incluso si vemos algo que en otras personas sería negativo, en el ser amado no tiene importancia. En este período se altera nuestra manera de vivir el tiempo y el espacio, no existe otra realidad que el ser amado. El tiempo parece muy corto en su presencia y muy largo en su ausencia.

Cuando una persona está enamorada es fácilmente reconocida por los otros a través de todo un lenguaje corporal, la forma de mirar al otro, de escucharle, de sonreírle... Enamorarse produce placer, nos volvemos más receptivos con todos los sentidos: somos capaces de detectar sutiles cambios de voz, de la mirada, del gesto, nos permitimos también sentir más las emociones y todo nuestro organismo se revitaliza.

También aumenta nuestra autoestima, nos sentimos más seguros e importantes, queridos/as, incluso aquellos aspectos que antes no nos gustaban de nosotros mismos, ya no son tan importantes. Es como si de repente nos sintiéramos hermosos, útiles, inteligentes, fuertes, deseados/as... y nos convertimos en todo aquello que queremos ser o que cree el otro que somos.

Sin embargo, cuando nos enamoramos aparece la siguiente creencia: que la otra persona ha de corresponder (de lo contrario, es injusto).

El enamoramiento, como todos los procesos internos, se produce individualmente, y a veces maravillosamente se da a dúo, pero en otras ocasiones no es correspondido. En este caso es cuando, unido al placer del enamoramiento, aparece la tristeza, la melancolía amorosa.

Es una experiencia que nos une, querámoslo o no, con la persona amada, incluso aunque ésta no quiera. Le amamos intensamente y le hacemos objeto de nuestro deseo, de nuestras ilusiones y fantasías. Pero la otra persona puede no sentir lo mismo. El enamoramiento no es algo voluntario, ni se puede crear ni hacerlo desaparecer. Existe o no existe. Es un proceso que hay que pasar, como el desamor.

Autor: Prof. Jorge Olguin
Psicólogo Transpersonal Argentino
www.jorgeolguin.org